107 Evangelio de Tais

La única diferencia entre los dioses y los hombres, es la mayor relación establecida entre los componentes cerebrales. La total conexión en la zona encargada de canalizar la información sensorial y dar las órdenes al resto del cuerpo, les permite realizar cuanto desean, mientras los hombres se ven limitados. Piensan que es una cuestión de genética: grave error. Las conexiones cerebrales no obedecen a la física, el elemento que las mantiene unidas no es otro que la magia. Nuestro ecosistema es perfecto porque los ciclos establecidos son movidos por la magia. Los mismos hombres eran perfectos en su origen, vivían eternamente sin dolor ni envejecimiento de sus células, porque contenían magia en sus masas cerebrales, pero fueron expulsados del paraíso porque mediante sus acciones perturbaban la perfección. Una vez fuera de la fuente de perfección, degeneraron. Sus vidas se acortaron, sus cuerpos se debilitaron y la voluntad corrompió. Perdieron parte del gran potencial con que fueron creados. Aún así evolucionaron en tres especies distintas. Solamente una emprendió el camino correcto. Aprendiendo un lenguaje oculto, el idioma de los dioses, volvieron a sus orígenes rememorando sus antiguos dotes. El lenguaje oculto abre una brecha espacio-temporal por donde se filtra la magia del elemento mencionado. Además, establece comunicación directa con Tais, quien observa el fenómeno, y ayuda a que se desarrolle.

Así ocurrió cuando Horacles, emperador de Maguiltor, al ver los asentamientos de Polvankar, Mibil y Teatux arrasados, exigió venganza en el idioma de los dioses. El mismo Tais respondió a su clamor dictándole la estrategia idónea para golpear fuerte en el corazón de los hombres. Así mismo, me engendró a mí para sentarme a su derecha y, al convocar los poderosos clanes, controlarlos debidamente. Normalmente los clanes luchaban exclusivamente por su bandera, pero se unieron a la sed de venganza porque muchos contaban con miembros en los asentamientos aniquilados. Finalmente se acordó devolver la acometida, contraatacando con el clan del nigromante más poderoso y sanguinario de Maguiltor: Serapius. Bajo su mando los Xelth darían su vida por obedecerlo. La bestia herida, con los ojos inyectados en sangre, se dirigió sin titubear hacia Rasel. Tras él, miles de ciegos seguidores.

El plan era impecable. Los hombres del sur concentrarían todo su poder en defender la frontera este. Rasel era el lugar lógico de ataque. Mientras tanto, yo y algunos clanes nos preparamos para embarcar en la gran flota de Maguiltor. La idea era conquistar los Reinos del Sur desde la costa. El manto negro de la noche caería sobre ellos… y la sangre esparcida mostraría la justa venganza.

La batalla del Reino de Rasel se desarrolló según lo esperado. Cientos de muertes en un bando y otro. Los hombres horrorizados por la muerte de su futura generación y con la táctica de Ser, retrocedieron aterrados. Incluso pensamos que Ser podía ganar la guerra él solo. Observamos con expectación el desarrollo de la última batalla y nos horrorizamos ante el espectáculo horroroso de la victoria del enemigo. Sin embargo, la estrategia se desarrollaba según lo planeado.

Para desorientar a los hombres y provocar un golpe de efecto, fui yo mismo quien se infiltró en Frangul y maté, a traición, al mismísimo Simón. Esa fue la señal para desembarcar los clanes y atacar la costa según lo planeado. El reducido ejército de Sir, sin noticias aparentes, atacó a los asentamientos que recuperamos. El ataque fue rechazado por algunos clanes que esperaban impacientes la acometida. Al mismo tiempo, los clanes desembarcados atacaron las ciudades de la costa. El pequeño ejército de Goor tuvo que verse dividido para defender todos los puntos atacados, y la oposición fue ridícula. Vencimos facilmente a Goor, pero no ocurrió lo mismo con Sir. Al ver que no podían obtener victoria, se retiraron… hacia el mar. Nuestros rastreadores fueron incapaces de localizarlos y les perdimos el rastro.

Durante los días siguientes me establecí en el trono de Frangul, como gobernador de las ciudades conquistadas. Todo el Reino de Frangul y parte del Reino de Elfas quedó bajo mi control. A pesar de lo logrado, mi preocupación comenzó a aumentar. Mis temores se vieron confirmados cuando comenzamos a perder asentamientos. Uno tras otro, los asentamientos fueron cayendo, cuando eran atacados por la débil fuerza que les quedaba a los hombres. Algunos clanes poderosos que los defendían, también cayeron sin lógica alguna. Destruyeron Sitan, Luxia y Nabalon, abriendo una brecha en nuestra alma. Habíamos tomado el control del gobierno y conquistado las ciudades costeras, pero aun así sufríamos una brutal embestida. Tratamos de reorganizarnos para defender el resto de asentamientos.

Perdimos también Siara, Mortensan y las ciudades recuperadas cuando los clanes que las defendían se marcharon para proteger la isla. Sólo quedaba Nabuk, a parte de Maguiltor, y contaba con mucha vigilancia costera. La gran flota se extendía al oeste y los clanes sólo tenían que preocuparse de defender el este. Regresamos a nuestro territorio para defender el asentamiento, que parecía ser el próximo objetivo. Maguiltor siempre ha estado muy protegida, al situarse en el centro de la isla y contar con una cordillera que la rodea. De esta forma, los hombres del sur volvieron a controlar su territorio.

El ataque a Nabuk no se hizo esperar. Un poco mas al norte, en terreno despejado, desembarcaron los submarinos. Un pequeño grupo de hombres avanzó en escuadra hacia nosotros. A penas llegaban a un centenar, cuando nosotros triplicábamos la cifra y todavía faltaban miembros de clanes por llegar. Nos dispusimos a atacar cuando, una fuerza exterior nos impidió hacerlo. Algunos consiguieron lanzar sus hechizos, pero estos fueron rebotados y devueltos contra nosotros. Además, los hombres dispararon sus armas hacia nosotros con una potencia descomunal. Pero… ¡eso era imposible! La potencia de esas armas no era ni una décima parte… Las murallas se derrumbaron… Entonces me di cuenta. Un segundo grupo caminaba detrás del primero. El segundo grupo estaba formado por clanes renegados por adorar a Nancy. Los paladines formaron un escudo protector alrededor de sus aliados. Los sanadores rehabilitaban a los heridos velozmente. Los chamanes obstaculizaban la ayuda de nuestros rastreadores y multiplicaban la potencia de sus armas. Con todo este arsenal, la tropa de Sir acabó con los asentamientos, pero esta vez lo iba a tener mas difícil.

Dando un rodeo, intenté colarme por la retaguardia sin ser visto. Cuando lo logré ataqué sin piedad. Tumbé a varios paladines con varios conjuros, debilitando el escudo de la tropa, pero cuando fui a derribar al tercero, perdí el control de mi cuerpo.

-¿Qué crees que estás haciendo? -me habló una voz para mis adentros.

-¡Salvar Maguiltor! -grité con una expresión de furia.

Maguiltor vive dentro de cada mago. Transmite el mensaje y salvarás Maguiltor.

-¡No! -grité intentando luchar contra el submundo en que me encontraba.

-Comunica el mensaje y márchate: ya no te queda nada más que hacer.

Entonces me di cuenta de que la voz que me hablaba era la de Tais.

Finalmente acepté la imposición: «La magia es vital, de ella nació la vida y sin ella la vida muere. La perfección es la consecuencia de su efecto. Poder vincular la magia a la mente es esencial para obtener el regalo del paraíso. Cuando llegue el momento, desde el otro extremo se formará la mitad del puente, y desde este extremo deberá formarse la otra mitad, mediante el control absoluto del idioma y la mente. De esta forma, los elegidos tendrán el poder de regresar a lo que fue su hogar utilizando su memoria.»

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la primera novela de la trilogía, El enigma de los dioses.
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