La multitud corre despavorida. «El fin del mundo» gritan sin cesar. El caos reina por doquier. La fina cortina de lluvia se convierte en un espectáculo horroroso de lo que afirman ser la representación del mal, cuando el cielo se agrieta en luces plateadas. La piel se estremece, victima de los portentosos rugidos que estallan. Y el miedo se expande, dominando nuestras voluntades.
-¿Qué significa eso?
Me preguntan mis amigos, al tiempo que cierro la ventana, para dejar de ver la espantosa escena.
-¿En ese libro está escrita toda nuestra historia? ¿Para qué luchar cada día por sobrevivir, si nuestro destino está marcado?
Entonces Jack empieza a tener fuertes convulsiones. Tratamos de mantenerlo quieto entre todos, pero la fuerza de su ataque es muy poderosa.
-¡El fin del mundo ha sido alterado! ¡Lo que hay escrito en ese libro ahora es sólo un vago reflejo del futuro!
El temblor sigue dominando su cuerpo, y cada vez con mayor intensidad. En su nariz brota sangre, primero unas gotas, pero la hemorragia continúa hasta manchar la mayor parte de su rostro.
-¡Ir a pedir ayuda! ¡Jack no pienses, por Darío!
Abre los ojos de par en par, y la boca, tratando de avivar sus sentidos. El fuego le arde en su interior, deseando fundirse con él, y él con el conocimiento. Pero la vida lucha por aferrarse a su cuerpo que siente el asedio de la muerte. La lucidez ataca su mente, desgarrándole el alma.
-¡El enigma de los dioses conduce a un destino fatal! ¡Esa es la clave de nuestras desgracias! -arranca sus últimos gritos de su afónica garganta- ¡Por eso está removiendo el mundo! ¡Y por eso el fin ha sido adelantado!
Todos nos quedamos perplejos mirándolo. Al mismo tiempo que esa última frase sale de sus labios, su cabeza vuelca hacia un lado y su mirada se pierde contra la pared. Momentos después aparecen los adultos por la puerta, pero ya es demasiado tarde.