Ya por la tarde, sentado en los sillones de la sala de relajación, medito sobre todo lo aprendido. El mundo que conocemos se encuentra sujetado por débiles pilares. Cada necesidad corresponde la responsabilidad de satisfacerla a una única ciudad. El régimen deja al descubierto muchas debilidades que nuestros enemigos podrían aprovechar. Cada ciudad, por importante que sea, no podría subsistir por mucho tiempo con sus propios recursos. Un simple asedio nos destruiría en escasos días.
Todo esto, esta gran estructura llamada el sistema, es lo que tratan de perpetuar con tanto empeño. Sin embargo, y ahora lo entiendo, hay muchas críticas que exigen un cambio en la política. El rey, es la única persona que controla las decisiones, aunque éstas sean planteadas por un grupo. ¿Qué ocurrirá cuando llegue la hora a nuestro Darío? Posiblemente un caos tan grande que, junto con la crisis, desestabilizará todo cuanto conocemos. Si logramos sobrevivir, se convocarán elecciones, y una persona sin inspiración divina ocupará el trono, con sus inquietudes y errores. Esto por no mencionar si las intenciones del nuevo gobernante no son las más idóneas. Podríamos navegar a la deriva hasta que un nuevo dios deseé asumir el control.
-(¿Qué te ha parecido lo vivido hoy? -me pregunta Nick.)
-¡Maravilloso e inquietante! Nunca habría imaginado la debilidad que se esconde, tras la sólida fachada. Realmente el sistema necesita una remodelación y pensadores que diseñen el cambio.
-(Me alegro de que continúes motivado, porque todavía te queda por descubrir mucho. Lo que has visto es sólo la punta del iceberg: aún hay mucho mas.)
-¡Estoy deseando descubrir todo lo que hay detrás!
Genial 🙂