El sol irrumpe por las rendijas de una ventana transparente. Al otro lado, las ruinas de un paisaje desolador sorprenden mi visión. ¡Me encuentro en los suburbios! No sé como he llegado hasta esta cama, ni siquiera a este lugar. Lo último que recuerdo es el río Carim y después… ¡vacío!
-Buenos días. ¿Cómo te encuentras? -me pregunta una voz de mujer.
La observo con recelo unos instantes. Se aproxima a mí con un vaso en la mano, éste contiene una sustancia humeante.
-Estoy un poco aturdido. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido?
La mujer me sonríe al tiempo que me acerca el brebaje.
-Tomate esto. Te ayudará a encontrarte mejor.
El sabor es nauseabundo, pero obedezco sin rechistar. En estos lugares, tan diferentes de donde yo vengo, las costumbres son distintas y debo adaptarme a ellas si no quiero dar problemas.
-Lo último que recuerdo es…
-No trates de dar explicaciones -me interrumpe-. Ahora preocúpate sólo de reponerte. Muchos querrán hablar contigo. No malgastes tus energías conmigo.
Asiento, rendido. Tiene toda la razón. Esforzarme cuando todavía no estoy bien del todo sería una insensatez. Pronto me veré envuelto en una nube de preguntas y para entonces necesitaré pensar bien que decir. Desconozco la opinión que tienen del mundo privilegiado.
-Muy bien… -murmuro.