El viaje hacia el granero ha sido duro. Durante el camino nos hemos encontrado grupos de personas con pinta desaliñada, completamente abatidos. La tensión reinante, de sus silenciosas miradas, ha provocado escalofríos en la piel.
Al llegar, el ajetreo del asentamiento tampoco infunda demasiados ánimos. Una gran cola, formada por miles de almas expectantes, se amontona en la puerta del cortijo principal. Muy cerca de allí, una voz desquiciada se alza por encima de cualquier otro sonido:
-Nos invade una epidemia descomunal. ¡Es el fin del mundo! Los pueblos libres del Reino de Rasel están condenados, muchos han caído, otros lloran asustados y el resto pugna por sobrevivir víctimas de la furia de los dioses. ¡Y la masacre avanza hacia el noroeste! Pode reniega de nosotros por pertenecer al mundo no privilegiado. Huyan a sus casas, abracen a sus familiares, recen a Darío… Tal vez su poder se ha desgastado a causa de los largos años que nos ha protegido, pero su alma regresará a su padre con la lista de los merecedores del paraíso. ¡Exhalar vuestro último aliento adorando su protección y seréis recompensados! No hay nada más que hacer este mundo. ¡Rezar por vuestras almas y por la de los vuestros! ¡Demostrar vuestra fidelidad hasta el último aliento!
La angustia nos invade. Las malas noticias del promulgador nos congela la sangre. La piel se vuelve escarcha. Las miradas sin viva nos envuelven.
-Nos temíamos este momento -comenta el comerciante impaciente al ver que nadie se aproxima a su mesa de trabajo-. Nos saquean a diezmos, impuestos y tributos, todo lo que se les ocurre para obtener el mayor beneficio, y a la hora de la verdad nos dejan en la estacada.
Todavía nos encontramos desconcertados hasta que el siguiente grupo de la cola comienza a impacientarse.
-Tenemos cincuenta litros de agua para el intercambio -comentamos al fin, esperando recibir cincuenta kilos de grano.
-Siento decirles que el precio del grano se ha multiplicado por cinco a causa de la última visita de nuestros patrones. Afrontamos una crisis a escala mundial y Tatensul ha decidido llenar hasta rebosar sus reservas. Sólo podemos daros diez kilos.
-Pero… ¡tenemos un pueblo entero al que alimentar!
-Lo siento sinceramente. Casi no nos queda comida para nosotros. Prueba en la granja del sur, quizás tengas más suerte.
Finalmente accedemos al intercambio a regañadientes.