Lo peor está por llegar. Al apartar la vista de las ruinas de la torre, un horror sin igual aparece como una visión tenebrosa. Miles de cuerpos gull’s esparcidos por todo el terreno. Cuerpos descompuestos devorados por miles de cuervos, que celebran aquí su particular festín.
-¡Dios santo!
Donde se mire el horror acompaña la visión. Todos sus guardianes han caído defendiendo su hogar. Cientos de figuras inertes, pieles abiertas y cuencas vacías de lo que antes eran sus ojos. Un gigantesco cementerio de monstruos y devoradores de monstruos, porque ante esta barbarie, también los cuervos se añaden a la masacre.
El olor a muerte es tan intenso, que se filtra por la mascarilla, provocando fuertes náuseas. Una sensación inevitable en este panorama.
-Que no os despisten los cuerpos -menciono, intentando ocultar mi propio miedo-. ¡Continuar hacia delante!
Pero el nuevo inconveniente es evidente: los cuervos podrían atacarnos buscando nuestra carne fresca. Mis soldados caminan con sus láseres en sus manos, pendientes del movimiento de esas ciegas bestias. Un paso en falso y serán banquete de lujo. En un par de ocasiones aprietan el gatillo y la desbandada nos proporciona algo de alivio.
Sin pronunciar palabra seguimos el camino principal, que nos conduce directamente a Zulús: la ciudad cuna de los gull’s.