Observo, a través de la clarividencia, la cruel pesadilla que tuve, materializándose. Los presagios se cumplen.
Uno de los caballeros se aproxima:
–Kerwin, el conde ha vuelto.
-Está bien, voy enseguida.
Las negociaciones con la Liga anti-tiranía son imprescindibles para alcanzar el respeto de los privilegiados y tal vez una posición entre ellos.
Al llegar, me encuentro al conde en otra de las trapas. Le ayudamos a salir. Una vez nos quedamos a solas, me habla de los asuntos que le traen:
-La Liga desea vuestros servicios como ejército para la seguridad.
-¿Qué nos ofrecéis a cambio? -le pregunto aceptando las negociaciones.
-Armas… -al ver mi negativa mejora su oferta- Un reconocimiento político.
Lo miro, intrigado.
-Si aceptáis ser nuestro brazo armado, os reconoceremos como aliados ante los señores que decidan unirse a la Liga. Si vencemos en el conflicto, recibiréis honores.
Aun sabiendo que muchos me criticarán, decido aceptar el trato. Nuestra alianza con la Liga es el único método para conseguir posibilidades reales de vencer la guerra que se avecina.