264 Sir

Continuamos el viaje caminando. Cada soldado cuenta con su propio equipo y su propio láser. Algunos disponen de espadas, otros no. Las perdidas de las minas nos impidió fundir el hierro necesario para armar a todos los reclutas. Pero espero no tener que usar las armas de corto alcance, eso significará que los gull’s nos sorprenden. Desde una distancia prudencial seremos más efectivos.

Al rato de anochecer, vemos en el horizonte la silueta recortada sobre el firmamento, de la famosa Muralla Negra. Una poderosa frontera, destruida y arruinada. Al aproximarnos, quedamos fascinados ante la grandeza de la gran torre. A cada lado, la muralla se extiende hasta donde la visión no logra alcanzar.

-¿Cómo lograron levantar tal fortaleza? -comenta uno de los míos.

A lo alto, en el cielo, la sangre cae de las estrellas. El llanto del firmamento. El silencio acompaña a este espectral instante.

La puerta se abre ante mí, con un portentoso crujido. Se encuentra completamente oxidada. Entro, sin titubear. Mientras, mis hombres me cubren, por si se encuentra algún gull por la zona.

-Camino despejado. -informo y ordeno- ¡Continúar!

El suelo cruje, con nuestras pisadas. El sonido del viento suena aquí dentro, desgarrador. Las paredes parecen a punto de ceder, a pesar de aguantar altos techos. Una obra maestra arruinada por un misterioso arte. El poder que ha causado estas ruinas, lo ignoro. Mi única preocupación es la de respirar a través de mi mascarilla y conducir a mi tropa hacia el cumplimiento de la misión.

El ejército de Rusul va por delante, el de Clituck por detrás. No contamos con comunicación en los equipos. No pensamos abandonar los vehículos. Aun así proseguimos con paso firme. Lo importante es satisfacer los deseos del rey.

De pronto, un sonido desgarrador procedente de la zona más alta de la torre, nos aterra.

-¡Silencio! ¿Qué es eso?

Un fuerte temblor invade la construcción. El polvo cae del techo, desquebrajándolo. Miro a mis guerreros: sacan sus armas.

-Parece un guardián monstruoso.

Cesan los gruñidos, como si nos hubiera escuchado y permaneciera a la expectativa, no así su respiración. Nos mantenemos inmóviles unos instantes, intentando pasar desapercibidos. A los segundos, unos fuertes golpes suenan sobre el techo. Fragmentos de rocas se desprenden, sobre nuestras cabezas.

-¡Corred! -ordeno- Crucemos al otro lado.

La mayor parte de mis tropas logran cruzar, pero muchos se ven sorprendidos por la avalancha de material, enterrándolos bajo los escombros y pereciendo al ser golpeados violentamente por grandes rocas. La sangre, el humo y las piedras tapian la entrada.

-¡Mirad!

De donde caen rocas se ven los tentáculos del terrible monstruo. Asoma un gran cuerpo, lleno de cuernos que sobresalen. Una mutación espantosa.

Intentamos rescatar a algunos, pero ante el evidente peligro decidimos dejarlos y continuar nosotros.

-Así pues, sólo nos queda una alternativa: continuar.

Continúa leyendo 265 Kerwin; la primera crónica, o visita el índice de Los reinos del sur,
la primera novela de la trilogía, El enigma de los dioses.
  Angelus LLC: Servicios digitales para webmasters

Deja un comentario

Completa la siguiente suma *