Tumbado en la cama sin poder dormir, miro el techo fijamente. ¿Quién es Sifrid? Esa inquietud me hierve en las entrañas. Luz, fuego, llamas… un mundo secreto que conspira contra nosotros. Sifrid fue un desterrado por el rey Llewin, ha sobrevivido al tiempo… pero no vuelve para vengarse. Su deseo se centra en sobrevivir hasta el fin de los tiempos, cuando las guerras invadan lugar tras otro y el agua se eleve para ocultar todo mal. ¿Por qué conspira contra nosotros entonces? Está derrumbando el mundo para buscar entre los escombros el secreto por el que peligra su existencia. ¿Son los dioses reales? ¿Vendrán a rescatar a los elegidos una vez ocurra el temido final? O… ¿acaso sólo es una estrategia divina para destruir de manera digna la imperfección? Luz, fuego, llamas… esa es la respuesta que tanto anhela, pero la esconden, no desean que la obtengamos.
La claridad me domina, una vez más. Esta vez me encuentro solo frente al peligro. El antídoto encima de la mesa… ¡No! Debo continuar si deseo descubrir los planes del enemigo. ¡Sifrid! ¿Quién eres? ¿Qué intenciones traes? Es un desterrado, quien desobedecía las normas en secreto. Su mente ha sobrevivido, en diferentes cuerpos. Su voluntad se centra en descubrir el ansiado secreto y para ello ha creado un Imperio. Los magos más poderosos se presentaban ante él, a las puertas de la muerte, entonces Sifrid pronunciando unas palabras mágicas, mandaba la consciencia de la eminencia anciana a otro cuerpo joven. Así ha formado un poderoso Imperio que nos conquistará en cuanto nuestros ejércitos superen la muralla negra. Nos invadirán, nos dominarán y nos aplastarán como si fuésemos insectos. Todo… todo por descubrir el secreto que tanto anhela.
La sangre brota de mi nariz. Ahora lo entiendo. Aunque nos invada, su objetivo sigue siendo el mismo que cuando nos infecto con el virus. Ha utilizado el veneno para que cada infectado se plantee sus propias dudas, esperando que alguno comparta las mismas inquietudes que él y así se sacrifique por sus intereses. ¡Muy listo! Lamentablemente aquí todos creían en Darío y nadie se ha cuestionado si su creencia era verdadera. Por eso se ve obligado a seguir con su diabólico plan: conquistará Los reinos del sur y, una vez haya destruido el destino, buscará entre los escombros el secreto de los dioses. Su mente es perversa, no le importa gobernar sobre un mundo apocalíptico. Pronto veremos los resultados de sus maquinaciones.