La sala de los oráculos es un lugar intermedio entre el Hades y Omit Ozak. Una sala completamente oscura, decorada simplemente con pedestales situados enfrente de las diferentes puertas, una por cada asentamiento. En cada pedestal los líderes de las hermandades hablan entre ellos de la mejor forma de invadirnos:
-Neargash: los Uxxo se ocuparán de que los ejércitos entren al mundo de los gull’s caminando -la voz me suena extrañamente familiar-. Sayasin y los Villkon se asegurarán de que queden encerrados al otro lado de las murallas negras. Geltmugrer: una vez estén atrapados en Zulús, los Shilfo harán un primer ataque frontal a Rasel. Serapius: cuando se complete la maniobra de distracción, los Xelth conquistarán el Reino de Frangul. Los Imperati bajo mi mando reforzaremos a los Xelth -estoy seguro de haber escuchado esa voz antes-. Horacles: tu misión consistirá en mantener el orden en Maguiltor. Y el resto de hermandades defenderá Maguiltor de cualquier ataque externo, bajo las ordenes de Horacles.
Los líderes asienten, satisfechos con la estrategia. Espero que todo esto lo estén oyendo en Pode. Rezo para que así sea.
Cuando intento regresar la puerta no se abre para mí.
-¿A dónde crees que vas? -la voz suena dentro de mi cabeza.
Ahora caigo: es la voz que me ha traído hasta aquí, la que me habla en sueños.
-En efecto, yo fui quien te avisé del código azul cuando ingresaste en Pode, quien te advirtió de quien asesinó a Darío y quien te ha atraído hasta aquí. Sé de tus inquietudes. Por eso logré convencerte. ¿Has limpiado ya tu consciencia?
-¡No! -rujo- ¡Vamos a rechazar el ataque!
Se observa, decidido.
-¡Apresadlo! Quitarle sus posesiones y encerrarlo en la prisión del norte. Ya decidiremos que hacer con él.