Tras unas intensas risas, mando guardar silencio.
-Debéis ofrecernos algo más interesante.
-¿Qué os parece si olvidamos vuestros actos de vandalismo?
Trato de ver los beneficios.
-¿Qué implicaría? -reconsidero.
-Os trataríamos de igual a igual. De momento no contamos con autoridad oficial, pero pronto seremos la alternativa política, y como no cambie la manera de proceder del rey, esperamos ser el próximo gobierno competente.
Con esta revelación mis hombres asienten, convencidos de la negociación.
-Está bien -cedo al fin-, pero yo dictaré las normas del intercambio. Queremos un cargamento de medicinas una vez a la semana -le señalo el lugar deseado-. Una vez tengamos el medicamento justo, cargaremos el carbón. Cualquier anomalía -sonrío-, adiós al vehículo y al negocio.
Alarga la mano, aceptando el trato. Se la estrecho sin reservas.
-Entregarle un caballo sano -ordeno observando a su caballo herido- y atender a este.
Cuando el conde se marcha, proclamo el resto de día como festivo. Durante la fiesta, declaro los beneficios del intercambio. Parece ser la suerte nos sonríe por una vez.