El ritual se alarga demasiado. Los magos saltan, bailan y realizan trucos de magia, maravillando los sentidos. Sin embargo, nosotros no podemos recrearnos porque mañana debemos partir a primera hora, para proseguir con la misión.
Cuando ven que deseamos acostarnos, uno de ellos se aproxima y pronunciando unas palabras en el idioma sagrado, encantando la tienda.
-Aquí podréis dormir sin ser molestados por ruidos externos.
Al entrar, vacilamos sin creerlo, pero una vez dentro el silencio es total. Nos miramos unos a otros incrédulos.
-Van a tener razón -comenta uno de mis hombres-: pueden hacer todo lo que nosotros hacemos con duro trabajo. ¡Que envidia!
-No te confundas -le respondo mirándolo a los ojos-: es sólo magia.
-Magia o no, pero esta noche dormiremos como reyes en una simple tienda.
Hago oídos sordos. No me gusta nada tener que confiar en estas gentes, pero por esta noche haremos una excepción.
Dentro, un largo pasillo con varias puertas a un lado y a otro. Entro por una de ellas. Hay una pequeña habitación que consta de una cama con sus sabanas y mantas, donde me acuesto. Enseguida estoy durmiendo a pierna suelta.