La tensión recorre cada rostro encapuchado. Tienen miedo, pánico de ser descubiertos hablando de esos asuntos.
-Os lo explicaré pero mantenerlo en secreto -pronuncia uno, bajando considerablemente la voz-. Sifrid es el Lord de la hermandad de los Imperati, la más poderosa con diferencia. Cuentan que sus miembros, antes de morir, poseen otros cuerpos para alargar sus existencias. Tan poderosos se son, que su Lord se hace llamar emperador y a su hermandad, Imperio. No es mala comparativa, porque se expanden por los cuatro puntos cardinales, como ese virus al que tanto teméis…
Entonces, desde el cielo nocturno, aparecen bestias voladoras. Comienzan a rodearnos, al tiempo que descienden.
-No debéis hablar del emperador a sus espaldas -pronuncian con tono casi incomprensible.
Lanzan a un par de nosotros hacia el fuego y dañan a otros. Parecen saqueadores.
-Son los místicos de la hermandad de los Shilfo. -me susurran al oído con calma.
Cogen casi a la fuerza un par de elementales del asentamiento y desaparecen con ellos.
-¡Alabado sea Tais!
Los lanzados a la hoguera se reponen, apagando las llamas a tortazos.
-¿Cómo? -pregunto confundido- ¿Lo vais a celebrar?
Celebración o no, entonan unos cánticos religiosos e incomprensibles, mientras crean más fuegos alrededor.
-El ciclo de la vida se ha consumado. ¡Ahora recibiremos grandes beneficios!