-A ver si lo entiendo… -pronuncia uno de mis soldados- ¿qué es lo que queréis demostrar a esas hermandades?
Varios segundos de silencio evidencian la tensión. Dudan si responder o no. Finalmente lo hacen:
-Nuestra valía para formar parte de ellas.
Nos miramos entre nosotros, sin entenderlo.
-¿Deseáis abandonar vuestras tierras?
-Es nuestro sueño. Desde pequeños nos han enseñado que la única meta por la que merece la pena luchar es por formar parte de una hermandad. Hay rumores de que algunas hermandades han dado con la fórmula para alargar la vida. Otras en cambio, pueden darte todas las respuestas que necesites… Y se hablan de cientos de maravillas más. Son sociedades muy poderosas y darían sentido a nuestra ridícula vida.
La noche se va cerrando sobre nuestras cabezas, va llegando la hora de dormir pero antes debo preguntar una última cosa:
-¿Quién es el emperador?
La angustia comienza a dominar la cordialidad de nuestros anfitriones.
-No debisteis pronunciar ese nombre: tiene espías por todas las regiones.
El terror los domina. ¿Por qué?