Salgo al balcón del Castillo Real con mi portavoz. La gente se amontona en el Jardín Real, para ver el cuerpo del rey caído y para conocer la resolución del nuevo gobierno.
-¡Os presento a Simón, el nuevo rey! -me anuncia Joel.
La mayoría me aclama con sonoros aplausos.
-¡Traigo un mensaje del dios de la guerra! ¡Escuchad! -mi voz se levanta clara por encima de la gran muchedumbre- Puede que todo acontecimiento esté escrito. No se trata de creer, sino de entender que somos una especie inferior y no decidimos nuestro destino. Si lográis entender los deseos divinos, las puertas del paraíso se abrirán.
>>Intentáis dar sentido a vuestra vida, cuando no la tiene. Sólo los semidioses contamos con un deber que cumplir aquí. Vosotros sólo nacéis, crecéis y morís. Pero gracias a los dioses tenéis la esperanza de la salvación eterna. Para ello debéis entender lo que desea el dios verdadero y aplicarlo. Pues bien, aquí os revelo el secreto que tanto tiempo habéis estado buscando: Simón es el dios verdadero y su deseo es contar con guerreros valientes, capaces de cumplir sus ordenes. Los asuntos en el ecosistema no marchan como deberían, y ese es el requisito que exigen para la salvación. Para ello, ahora contaréis con una dura prueba. Omit Ozak es el escenario donde debéis actuar para convencer a Simón. Y he aquí su primera misión: entrar en guerra y arrasar a los gull, la especie que provoca el virus-g.
La gran muchedumbre murmura, confusa.
-Sé que es difícil. Fuisteis arrojados a este basurero, junto al resto de la imperfección. Los dioses se compadecieron, concediendo una segunda oportunidad a los hombres y su decadencia. La degeneración que sufrís puede ser erradicada. Cuando la perfección forme parte de vosotros, no sufriréis, no os magullaréis, no os deterioréis y, por supuesto, no moréis. Esta es la promesa de El enigma de los dioses y yo mismo os la confirmo. ¡Demostrar vuestra valía y seréis recompensados!
Con estas palabras regreso a la sala donde los señores me esperan. ¡Hay que preparar una guerra!