La Vieja Guardia nos ha enviado directamente a la ciudad experimental. Una vez allí, un grupo de soldados se aproximan a nosotros, amenazantes.
-¿Dónde tenéis vuestra guarida? -pregunta furioso- ¡Ratas!
-No vamos a decir nada. -le respondemos.
-¡Está bien! Seréis torturados hasta que confeséis.
Nos cuelgan por las muñecas, desnudos. Uno de ellos, se aproxima con un látigo, dispuesto a usarlo.
-¿Dónde os escondéis, alimañas?
El silencio es lo único que le responde. Acto seguido el primer latigazo es infringido a mi espalda.
-Puedo estar así todo el día.
-Jamás nos encontraréis. ¡Estáis condenados a desaparecer!
Otro latigazo más golpea mi ya magullada espalda.
Le sonrío, retándolo.
-Nos habéis capturado de casualidad. Esperar a que vengan a rescatarnos. ¡Acabaréis todos muertos!
-¡Malditos seáis! -ruge, propinando un nuevo latigazo.
Entonces, no sé por qué, mi torturador, cae fulminado por el láser de su propio compatriota.