Establezco comunicación con Maguiltor. La señal vuelve a ser nefasta, pero al menos logro conversar con el emperador.
-Ya pensaba que Joel nos había fallado. -le confieso.
–Joel ha sido un aliado muy valioso, no permitiremos que le ocurra nada.
Su profunda voz me produce escalofríos.
-Me alegro. Esta nueva situación me favorece considerablemente. La infiltración del ser encapuchado ha sido subsanada y mi oponente, Krhisten, ha sido descubierto espiando Frangul. Da igual si el cabeza de turco es Alex, Joel o Goor. Preferiblemente Alex, como así va a ser, ya que los otros dos aun podrán aportarnos su valiosa ayuda. ¡Dentro de una semana me veo coronado!
Su respiración suena, excesivamente.
-Ese no es el plan. El sucesor divino de Darío se encuentra en las mazmorras del castillo, esperando su momento para irrumpir en el trono.
-¿Cómo?
Me siento utilizado. ¡Yo debía ser el nuevo rey!
-Te avise que no me valía un mundo dividido. Si tú te sientas en el trono, contarás con una fuerte oposición a cargo de Krhisten, Saúl, Ziro, Judith e incluso Sigan. La brecha que os dividiría sería inmensa. ¡No quiero eso! El ciclo divino de los acontecimientos ha aportado una solución perfecta: el nuevo rey os unirá en combate. No hay nada más que decir.
La comunicación se cierra. Doy un fuerte puñetazo a al panel. Sifrid me ha utilizado y estoy expuesto completamente a su mercer, porque si declaro lo que he hecho, me desterrarían. De todas formas, seré el señor más importante y entraremos en guerra como deseábamos.