El cielo va quebrando, mientras el sol muere tras las Montañas Elfas. El horizonte coge un tono rojizo perturbador, y entonces, es cuando debemos ocultarnos en nuestros hogares y taponar las puertas con barricadas. El toque de queda no solo es una norma. La duda y el miedo corrompe nuestros corazones. Se cuenta, que bajo la oscuridad indomable de la noche y en el frío silencio, enemigos surgidos del Bosque Central campan a sus anchas buscando nuevas presas a las que devorar. Enemigos temibles, camuflados bajo la espesa sombra de un submundo aterrador, son atraídos por el miedo que nos corrompe. El alma se encoje, aunque estés protegido en tu dulce morada. No sabes que tragedia amanecerá mañana, ni que nuevas marcas aparecerán en la calle.
Todo ello, aumenta la inseguridad que se vive aquí. Los líderes políticos refuerzan la seguridad para su mundo privilegiado, pero para el nuestro nada. No se acuerdan de los suburbios. Ni siquiera aparecemos en los mapas. Nos tienen aislados, como si fuéramos la basura del mundo de los hombres. No disponemos ni de buenos caminos, ni de edificios importantes, ni siquiera de seguridad, todo eso pertenece al mundo privilegiado. Por no tener, no tenemos ni información de como está el resto del mundo. Alguna vez, rara vez, vienen en naves para controlar que todo vaya bien. Pero desde hace unos días, la actividad ha aumentado. Vehículos futuristas han sido vistos de noche, a través de las ventanas de las casas. Yo mismo, tuve el honor de observar uno. Recuerdo como el polvo se levantaba y un humo negro era expulsado por la cola. Tenía cristales rojos fosforescentes. Era de una forma redondeada. Parecía flotar a medio metro del suelo. Dio una vuelta al pueblo y se marchó. Una tremenda sensación de inseguridad me produjo: ¿qué estará pasando?
La noche merodea, con el inquietante silencio. La oscuridad envuelve todo y entonces, un escalofrío aterrador me desgarra el alma. Un presentimiento desvela un suceso, una terrible catástrofe que está a punto de desencadenarse. Y lo que ven mis ojos, que congela la mirada, amarra el corazón en un puño y confirma mis temores. Una figura oscura aparece de la nada. Viste túnica negra con capucha. No se puede ver su cuerpo, ni su rostro. Sólo dos luces amarillentas en el lugar teórico de los ojos, dan vida a ese ser del inframundo. Camina con pasos cortos, pero avanza inmóvil. ¡No! Parece levitar sobre el suelo. Su presencia provoca terror al que lo observa desde la lejanía, pues ese ser es el mal. Debe cumplir una misión secreta que derrumbará los cimientos del mundo. Prepara el terreno para una conspiración…
Despierto en mitad de la noche, con el rostro empapado de sudor y un pavor inmenso que me congela hasta los huesos. Una sensación atroz de que no se trata de sólo un sueño, me invade. Y no sólo eso, sino que ese ser y yo tenemos una extraña conexión. Sabía que lo estaba observando, pues posé una excepcional inteligencia. Me busca entre los escombros de la noche, donde la luz no puede infundirle debilidad. Pero aun está lejos, se encuentra en el Reino de Rasel, aunque avanza lentamente e inexorablemente hacia nuestro reino.
Todo esto, sin haberlo soñado, ha aparecido en mi mente. Lo siento en mí, como si fuera yo quien estuviera en esos pasajes del este. Y sin embargo estoy aquí, muerto de miedo, esperando el inevitable encuentro.
Comienza a haber un ligero temblor. Chispazos de tensión recorren mi cuerpo. Va a ocurrir algo desconocido e imprevisible que dará inicio a la tempestad. Corro hacia la ventana. Las luces del pueblo enseñan polvo, una nube de polvo que no permite ver más allá. Mis recuerdos se mueven agitados. Las naves se acercan. Ya lo he vivido y las señales son claras. Pronto aparecerán, con una aureola de de aire, con una forma indescriptible, con unos colores inimaginables. Mostrando un ritmo de superioridad, descubriendo temores olvidados, encogiendo los cuerpos de quienes los observamos desde la lejanía. Hay un mal presentimiento que consigue hacerme dudar. las pareces quietas lo saben, el silencio mudo lo sabe, la imagen ciega lo sabe. Es un horror en el espejo de la noche. Es un grito en la memoria arrancada. Es un temblor inmóvil. Puedo sentirlo y puedo sentir el miedo acechándome como una oscuridad sin recuerdos, como un vacío sin borde. Avanzan, construyendo temores y descargando la inestabilidad. Consiguen su objetivo y no se detienen para comprobarlo. Consiguen nuestro temor y no se detienen para su satisfacción.
-¡Vamos! -dice mi madre con nerviosismo.
-¿A dónde? -pregunto confundido.
-No hay tiempo de explicaciones. ¡Vámonos!
Mi madre nos coge, a mi hermana Kristy y a mí, a cada uno de una mano. Salimos hacia la calle apresuradamente. Es la primera vez que salimos de noche mientras está vigente el toque de queda. Pero me temo que hoy se ha hecho una excepción, porque no somos nosotros los únicos que corremos por las calles de noche. Vemos otras familias por el camino. Todos nos dirigimos a la casa de Danny, por alguna extraña razón.
La oscuridad que avanza alrededor del camino iluminado, me asusta. Nunca pensé que fuera así, separando el mundo entre lo visible y lo no visible, entre lo conocido y por conocer. Es una barrera tan grande que me obliga a apartar la mirada y ver la luz.
Por fin llegamos a la casa de Danny, junto a otras familias. Nos abren la puerta y entramos con el terror incrustado. Allí hay un círculo con amigos sentados en el salón. Nos sentamos con ellos, mientras los adultos se quedan conversando en la entrada. Estamos todos muertos de miedo, incluso los adultos parecen conversar con el miedo reflejado en sus ojos.
-¿Qué ocurre?
Nadie sabe responder. Están todos paralizados. Después de estar así un rato, se acerca el padre de Danny para darnos instrucciones.
-Bueno chicos, ya sabéis lo que tenéis que hacer. Estar aquí sentados, quietos, hablando. Si necesitáis algo, pedírselo a Danny.
Nadie responde. Sólo una afirmación sorda por parte de Danny parece dar confirmación a las palabras de su padre. La falta de luz ensombrece su figura.
-Nosotros tardaremos unas horas. Hasta luego.
Cuando el padre de Danny se marcha, junto con el resto de adultos, nos encontramos a solas y temerosos. Todas a una, nuestras miradas contemplan la puerta, deseando que vuelva a abrirse con nuestros padres al otro lado. Pero el tiempo no avanza y cada segundo es un desafío lleno de intriga, miedo y dudas.
Nos encontramos todos sentados, formando un círculo, en el salón de Danny. Nadie es capaz de pronunciar palabra. El miedo nos paraliza. El ambiente está roto.
-¿Tenemos que quedarnos así?
Silencio.
-Tenemos que ir a donde han ido los adultos y escuchar el mensaje. Se trata de algo tan grave que no nos lo van a comunicar, pero tenemos derecho a saberlo.
Desafiando al miedo, miramos a Lumi. Sus ojos relucen en las esferas de sus pupilas.
-Mirarnos. ¡Estamos muertos de miedo! ¿Cómo vamos a salir? Además, hay niños demasiado pequeños.
Danny lo apoya abiertamente. El resto permanecemos callados, dudando si desafiar nuestro terror. Ariel se anima también.
-Hacer dos grupos: los que quieran venir y los que no.
-Yo también me apunto a salir. -comenta Helen.
Jack también se anima a venir.
Quedo pensativo. Si una chica se atreve a salir, ¿por qué yo no? ¡Basta de tonterías! ¡Yo también me apunto! Pienso al tiempo que me pongo en pie.
-No te vayas. -me suplica mi hermana con ojitos de pena.
-Tengo que hacerlo.
Me abraza fuerte, como si fuera la última vez.
-¿A dónde tenemos que ir? -pregunto antes de salir.
-A la fábrica abandonada -responde Danny-. Dos calles al sur y una al este.
Lumi parece estar al tanto también.
Salgo yo el primero. El fuerte viento silva al abrir la puerta. Me siguen Danny, Lumi, Helen y Jack. A continuación sale Ariel.
-Démonos prisa -habla Ariel-, esto no me gusta.
La noche es muy oscura. El fuerte viento hace que el frío impacte contra nosotros. El hedor se filtra por dentro de la ropa. Un rumor extraño se asoma desde la lejanía. Las calles desiertas proporcionan un poderoso temor. La escasa luz viene de las farolas y algunas parpadean.
-¡Dios mío!
-¿Qué ocurre?
Cuando cruzamos la esquina descubrimos que el resto del trayecto hay que hacerlo a oscuras. Hay varias farolas fundidas. La oscuridad nos acecha como un animal hambriento.
-¡No os quedéis callados! -grita Helen.
-¡Calla! Estamos muy cerca.
Lumi tiene razón. Al fondo de la calle se puede observar una sutil luz. Proviene del interior de la fábrica que hemos venido a buscar. Según vamos aproximándonos vemos gente en el interior. Podemos ver todo eso a través de las ventanas del suelo. La sala se encuentra bajo nuestros pies, en un subterráneo.
-Allí están.
Ellos a nosotros no nos pueden ver porque nuestra zona se encuentra completamente a oscuras, y los cristales son grises, del polvo.
-Aquí hay una ventana rota.
Nos acercamos. El cristal está roto. Se puede escuchar débilmente el sonido de las conversaciones. Permanecemos allí callados, escuchando y observando nuestro alrededor, con terror. Las viejas leyendas vuelven a nuestras mentes. Esto es peligroso.
Entendemos claramente lo que dicen. Un escalofrío nos recorre las entrañas al descubrir lo que está pasando.
la primera novela de la trilogía, El enigma de los dioses.