Con tantos hombres con los que contamos, no nos resulta difícil sabotear cargamentos. Cuando derribamos varios seguidos, comienzan a defenderlos con escoltas. Estudiamos cada transporte, y cuando contamos con ventaja, atacamos sin dudar. Hemos conseguido así comida, ropa, agua, medicamentos y algunos utensilios, pero hemos decidido crecer, fabricando nuestros propios.
Controlamos varias granjas, un granero, un hilado, dos alfarerías y una herrería, pero para consolidar nuestra propia producción tenemos que contar con nuestra propia materia prima. Para ello es imprescindible tomar el control de una mina. Contamos con caballos, herraduras y espadas suficientes para los caballeros, pero el resto debemos montar detrás de los jinetes y somos un estorbo. Para que esto no ocurra, hemos decidido que todos debemos contar con un buen armamento.
Observamos desde lejos la seguridad de las minas. También utilizamos la lucidez para evaluar nuestras posibilidades. Por la noche tres soldados armados custodian a los esclavos, mientras descansan. Es el único momento del día donde son vulnerables. Preparamos una emboscada. En el momento en que se dan cuenta que les estamos atacando, los tres pierden el láser simultáneamente. Una vez desarmados y rodeados por cientos de caballeros con espadas, deciden rendirse.
-Quiero que le digáis a vuestros superiores que somos los Mártires del Oráculo, -pronuncio con autoridad- un grupo revolucionario que está en contra de todos vuestros métodos. O abandonáis la ocupación, o nos veremos obligados a continuar atacando.
Y les dejamos que se marchen, pero antes de permitirles subir al vehículo, nos aseguramos de obstruir toda capacidad de ataque. Los soldados, temblando de miedo, regresan por donde han venido con nuestro mensaje. De esta forma, conseguimos aumentar el número de nuestro grupo y armarnos con tres láseres muy poderosos.
