164 Kerwin

A pesar del viento helado que ruge, no encendemos fuego aun congelándonos. Los caballeros podrían descubrirnos. Nos resguardamos cómo podemos en las cuevas y pegamos nuestros cuerpos para conseguir algo de calor. Después de comer algo, llega el momento de la despedida. A la mayoría les coge por sorpresa mi decisión, pero mis amigos ya contaban con ello y me dan ánimos.

-Ocultaros bien en la montaña -pronuncio como despedida antes de derrumbarme-. Mi plan fracasará si os cogen.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Voy a jugarme el futuro de mucha gente por una alucinación. Me capturarán, me condenarán y me encerrarán… pero lo habré hecho por el bien común. Antes de que mis lágrimas manifiesten mi debilidad, abandono al grupo y me dirijo hacia los campamentos. Mi destino está sellado desde el mismo momento en que lo vi. Es la única manera…

Cuando he recorrido unos kilómetros, una patrulla de caballeros me encuentra. Me rodean, como si fuera un peligroso asesino y me apuntan con sus armas.

-¿Quién eres y qué haces en las tierras del conde?

Mi cabeza se agacha, las fuerzas me abandonan. Mi piel tiembla, conteniendo las entrañas que se agitan víctimas del terror.

-¿Quién eres? -me pregunta un caballero mientras roza el filo de su espada en mi cuello.

Si no soy fuerte caeré el primero y mis compañeros me seguirán. Levanto la cabeza, lo miro a los ojos, y por un segundo mi voz quiebra, pero en el segundo siguiente recobro la convicción:

-Soy el líder de los Mártires del Oráculo. ¡Exijo hablar con el conde!

Minutos más tarde me encuentro montado en un caballo, maniatado, de camino a los poblados situados en el centro del Reino de Pode.