Cuando los caballeros desaparecen de nuestra vista, nos levantamos, extrañados.
-¿Cómo es posible que exista un ejército en los suburbios -pregunto-, con lo que está ocurriendo?
-Tal vez por eso mismo.
Las múltiples conjeturas crean un quebradero de cabeza.
-No nos entretengamos. Consigamos la comida y regresemos a la base. Las medicinas pueden esperar, de momento.
Todos, sin excepción, ven adecuada mi decisión.
Después de adentrarnos de nuevo en la lucidez, observo claramente el punto adecuado. Me dirijo en mitad del camino y trazo una cruz con una rama.
-Aquí hay que formar una barricada.
Mis hombres se miran perplejos, pero obedecen inmediatamente. Parece ser que yo sigo accediendo a más información que el resto.
Antes de que se aproxime el cargamento, ordeno escondernos detrás de las estribaciones del terreno y esperamos a que llegue. Cuando pasa por el punto esperado, se levanta y vuelca, destrozando la carrocería.
-Coger las cajas y regresemos. -ordeno con un tono triste de voz.
Así lo hacen y en menos de media hora estamos de vuelta.