-¿Habéis oído eso? -pregunto refiriéndome a lo escuchado en el interior de la fábrica abandonada- ¡Estamos en peligro!
-No te apures -me calma Lumi-. Seguro que es otra falsa alarma. Hace poco escuché rumores sobre un virus mortal, y aquí estamos todos -lo miramos al tiempo que sonríe-: sanos y de una pieza.
Aun así tengo un extraño presentimiento. Lo que hemos escuchado ha sido al menos inquietante. Ese ser, lo que quiera que sea, está en nuestro mundo y no sólo lo sé por lo que acabamos de escuchar… un escalofrío me hiela la sangre. Estoy completamente seguro. Se trata del mismo ser con el que he soñado noches atrás. Me persigue, en la noche, desafiando mi subconsciente, jugando con mi vulnerabilidad. Es un alma errante atraído por mi energía. Y lo peor de todo… ¡es real! No es fruto de mi imaginación. Los visitantes lo están buscando. No debe estar muy lejos…
-¡No podemos quedarnos aquí! -nos avisa Danny sacándome de mi meditación- Tenemos que regresar antes de que nuestros padres vuelvan y se den cuenta de que no estamos.
La calle vista desde esta perspectiva parece una trampa. La penumbra es mas evidente aquí. Las luces se encuentran muy lejanas y las sombras se alargan hasta perderse en el horizonte. Caminamos por donde hemos venido, recordando nuestro recorrido. Se hace muy difícil. Cada vez hay más oscuridad. Esto antes no era así. Se vuelve a fundir otra farola.
-Amigos, no dejéis de hablar. Podemos perdernos.
-No me gusta esto -comenta Helen asustada.
-Sólo tenemos que llegar a la siguiente esquina y entonces girar hacia el norte. Esa calle estaba mejor iluminada. No tendremos problemas.
Ojalá sea así. A mí ya se me está haciendo largo el viaje. No puedo dejar de pensar que en cualquier momento me voy a encontrar con el ser encapuchado. El terror me invade. El silencio se va apoderando de nosotros a pesar de las advertencias de Lumi. Hasta se puede escuchar las palpitaciones de los corazones, a una velocidad endiablada.
-¡Quietos! -grita Danny- Tenemos que tocar las paredes para saber cuando tenemos que girar.
Tiene razón. La oscuridad nos ha invadido tanto, que ha ocultado hasta la penumbra. La pared ahora no llega hasta nuestro halo de visión. Nosotros, sólo nos podemos ver cuando estamos cerca. Danny se aleja para palpar la pared y en un par de metros es engullido por la oscuridad. Estamos propensos a que un animal salvaje nos ataque o alguna desgracia nos ocurra.
-Chicos… -murmura Danny aterrado- ¡Aquí no hay pared!