106 Kerwin

El invierno avanza sin piedad. El frío azota las entrañas con un viento helado del norte. A pesar de suministrarnos las medicinas para contrarrestar los efectos del virus, la muerte sigue al acecho. No contamos ni con prendas preparadas para soportar las bajas temperaturas, ni con comida suficiente para ocultarnos. Debemos arriesgarnos a salir a campo abierto, a buscar en poblados ayuda. Los soldados nos siguen muy de cerca y no podemos confiar en los campesinos. La situación se encuentra extremadamente crítica.

Al pie de la cordillera, nos resguardamos al pie de las montañas. Normalmente no encendemos fuego, pero esta vez la noche trae un atenuante insólito: algunos copos de nieve que no cuajan. Las próximas noches aun serán más duras.

-¿Estás seguro de la implicación de Maguiltor sobre toda esta locura?

-¡Así es! -respondo firmemente, al reflejo de las llamas de la pequeña hoguera creada para no helarnos- Todavía no sé que intenciones trae, pero sí sé que todo obedece a su voluntad.

-Comprendo -murmura Lumi mientras intenta animar el fuego-. ¿Creéis que debemos avisar al gobierno?

-¡De eso nada! -ruge Ariel– ¡Ellos nos querían dejar morir cuando contaban con un remedio eficaz para salvarnos!

Esa afirmación podría haber sido una suposición antes de asaltar el cargamento y dar con los antídotos. Además, al tomarlos, hemos notado su total eficacia.

-Por lo pronto debemos preocuparnos por sobrevivir -comenta Helen-. Todos sabemos que nos encontramos en una situación muy crítica. ¡Luchemos por salvarnos! Después discutirlo si os quedan fuerzas.

-¡Está bien!

Si no sabemos si vamos a sobrevivir, no podemos discutir si comunicar lo que sabemos o no. Por lo visto hay división de opiniones. Maguiltor fue quien nos atacó, pero el gobierno nos dejó a nuestra suerte. Cualquier decisión que tomemos puede ser duramente criticada.

-¿Ves algo nuevo, Kerwin?

-No, nada. Desde que tomé el antídoto una barrera insalvable obstaculiza la clarividencia.

-A nosotros nos ocurre exactamente lo mismo.

-Tal vez debamos intentarlo todos juntos. -sugiere Helen.

Un relámpago de ideas sacude mi interior. Tal vez todos unidos consigamos superar la barrera de seguridad que el tratamiento impone, y… así continuar investigando sin riesgo, ya que cuando la lucidez sea intensa, cualquiera podría romper la cadena.

-¡Eso es! ¡Intentémoslo! -exclamo tremendamente excitado- Formemos un círculo alrededor del fuego y darme las manos -enseguida me obedecen-. Ahora pensemos en la forma de salvarnos.

Una imagen espeluznante muestra una manada de lobos aproximándose por las montañas. Al mismo tiempo, desde el este, la masa enloquecida de la gente del pueblo provistas de antorchas, avanza hacia nosotros con la mirada fija en la imagen de la columna de humo que produce nuestra hoguera bajo la luz de la luna. Y por último, al oeste, camino despejado. Varios kilómetros mas allá, otro refugio aguarda en total tranquilidad.

-¡No puede ser!

De nuevo nos toca correr. Parece que la persecución nunca va a acabar.

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