Vendí mi alma

Se trata de otra poesía escrita en prosa poética. No hay bonitas rimas, no hay versos imposibles, hay un ritmo desenfrenado, con las palabras que yo he escogido, reflejando el sentir de mi alma, en esos momento de pesadumbre. Ahí va. Sólo para vuestros ojos.


Por un segundo escuchando tu voz, di mi vida y vendí mi alma. Por acallar tantos rumores que me agotaban, venciéndome en un declive de placeres. Vendí mi alma y entregué mi amor, porque eclipsaba la magia del sentimiento. Vendí mi alma, esa que poseía tantos otros placeres. Vendí mi alma, esa que poseía tantos otros cómplices de mi ceguera por ti, condenados que al igual que yo deseaban tus suspiros. Esa alma repleta de cuerpos desechos, de esos que murieron por no tenerte, de esos que aun sufren por no haberte tenido. La vendí y acallé tantos tormentos que tenía.

Sin alma vago por el mundo carente de sentimiento. Pero más no deseo amar, ya que tú no puedes devolver el cariño que a oleadas te arrojé aún a distancia. Tú no puedes calmar la sed de siglos de condena, esa prisión que es la parte del mundo donde tú no estás. Con alma o sin ella, tú sólo eres capaz de verme egoísta, cuando un poco más y te hubiera entregado todo, por rozar tu aliento. Pero el abismo es tan grande que incluso a mí me cuesta llegar a ti. Pobre del que continúe la cadena, pues acabará sin vida. O puede que tal vez sea yo el eslabón perdido. Entonces mi lamento no es en balde.

Al vender mi alma perdí el secreto de mi amor. Han pasado unos meses y el efecto se ha extinguido. Ya no siento el peso del recuerdo, ni la obsesión de mi mente… ni siquiera el martilleo de mi corazón. Y no siento la ausencia de un trocito de mí, la que sentí al perderte, sino la ausencia entera del alma vendida. Pero esta sensación es un alivio.

Tengo enfrente al Diablo. Ese ser que hizo posible el pacto de mi alma por un segundo escuchando tu voz. No lo puedo ver, pero sí sentir. Es una amenaza constante para los sentidos. No puedes permitirte dejarte llevar por los deseos, porque con ese despiste clavará en ti la maldad. Por suerte está de mi lado y no tengo nada que perder. Ha venido a darme el segundo con tu voz, tú que eres la responsable de que mi alma esté vendida, la causante de todo el dolor que sufrí. Acepto el reto, aunque sé que te he olvidado gracias a la ausencia de mi alma y lo que sienta carecerá del sufrimiento anclado a ese vacío. Además, lo notaré como una maravilla de la que vuelvo a ser testigo.

Tu voz habla y me encojo. Recordarla me resulta un escalofrío repleto de imágenes de los dos. Mi cuerpo quiebra con ese suspiro. Tu voz suena en mí y yo me estremezco una vez más. Tu voz en los labios del maligno, que grato resulta escucharla. Ya no dices más, pues dije un segundo y él me dio dos, para aumentar mi fascinación. ¡Que derroche de crueldad!

¡Oh, Dios! ¡El estallido del amor comienza otra vez! ¿Cómo pude pensar que sin alma lograría ausentarte? Ahora nace más fuerte y como un tambor vibra en mi corazón. Me agota el sentir y más no deseo amar. Pero aún sin alma, más no poder quiero, pero no lo consigo. Aún sin espíritu cada gota que de mí se agita es por ti. Y sale la Luna al firmamento, más recuerdos atacándome. Y resuena otra vez tu voz, obligándome a callar. Vuelve tu ironía. Corazón desprendido, roto con pedazos de dolor, quiebra el sentido, destroza el cuerpo. Me invade su voz enseñando el destierro, pero eso me arruinaría. Intento encontrar el sentido de mi vida, pues ya no tengo vida, con ella se marchitó mi mundo. Me ahogo sobre el llanto de mis lágrimas, esas que tengo por haberte perdido. Fuiste un ángel modesto que me enseñó la gloria. Fuiste una niña guapísima que me cogió de la mano y me hizo tambalear de emoción, desplazando mis prioridades. Fuiste un enigma que no supe comprender. Pues fuiste todo eso y más, y al perderlo perdí mi tesoro.

Sólo tus ojos mostraban la belleza incrustada en ti. Yo contigo, no supe apreciarla. No supe malgastar un solo acto de superioridad, para que sintieras lo que me habías causado. Sólo supe desear más de lo que me pudiste dar, y la codicia venció la humildad. Fue eso y nada más, lo que te convenció de mis ansias de placer. Pero ya no más placer quiero que el que me diste por estar junto a ti, que acabó por la fusión de mis letras y al menos me queda eso. Pero la magia se desgasta y el dolor aumenta. Y ahora sin alma también sufro por esa ausencia.

Me encantó tu sonrisa, tu pelo, tus ojos… «un diamante al que pulir», pensé. Pues mejor diamante no hay. Ahora lo sé, cuando ya es tarde y mi vida está destrozada. ¡Yo fui el Diablo! Y me arrebaté mi alma al dejarte marchar, porque tú la llevas anclada a la tuya.

  Angelus LLC: Servicios digitales para webmasters

Deja un comentario

Completa la siguiente suma *