Solo, sin ti, es otra de las poesías que escribí cuando era joven. Todas las guardo en una libreta que es mi corazón estampado en letras de pasión. Donde yo siento cada vez que releo los versos para regresar a ese pasado turbio del desamor.
Solo, sin ti,
sin lo único que me da vida,
sin lo único que revive mi ilusión.
Solo, sin el amor que un día me despertó del sueño.
Eres mi noche, mi luz: el miedo, la melancolía.
Todo se emborrona sin ti.
La luna, el sol: el frío, la tristeza.
Todo sin ti está vacío, como el corazón con el que te escribo estas frases:
vacío de sentimiento, de significado, de interés.
Sin ti, cada vez estoy más sólo, más vacío,
se vacía el recuerdo, cada vez es menos…
pero seguirás siendo aquella estrella que me deslumbró,
aquella estrella por la que contemplaba el firmamento,
aquellas noches por las que me levantaba, por las que soñaba,
por las que la vida tenía sentido y por lo que era bonito vivir.
Ahora caigo en un abismo con el único objetivo de que seas tú quien me salve,
porque me he dado cuenta que si no es contigo, no quiero seguir viviendo.
Me he dado cuenta de que el corazón manda en lo que se refiere a vivir,
en lo que se refiere a compartir un secreto.
Porque es magia que encierro en la cárcel de mi cuerpo,
con la máscara del dolor como apariencia.
Lo siento tan fuerte que muero,
pero si lo compartiera contigo cambiaría de parecer y sería una maravilla.
El secreto que todos escondemos y nadie parece entender: la capacidad de amar.
Pero al encontrarme solo, sin ti,
esa sensación se vuelve en forma de herida que mi corazón no puede soportar
y caígo en un abismo que es el daño que recibo al no ser correspondido.