Puede que esté dormida

Puede que esté dormida o enamorada… Pero me entristece comprobar que las prisas, el estrés, el exceso de trabajo, los lujos… nos hipnotizan de tal forma que hacen olvidar a nuestros corazones que somos personas con capacidad de amar.


Nuestros corazones son insensibles, casi muertos a las emociones, porque estamos atrapados por la sociedad. Hay un proverbio chino que dice así: «Sólo se consume el que no ama, pero quien ama da hasta los huesos a los demás». Y en muchas ocasiones tenemos que reírnos de nosotros mismos para alcanzar ‘algo de felicidad’ en este mundo tan mediatizado.

«Puede que esté dormida, quizá adormecida… qué más da. Me paso los días levantándome a las 6:30 de la mañana con un despertador estridente. Deseo no trabajar porque me aburre mucho hacer todos los días las mismas cosas… Y total ¿para qué?.» Para seguir viviendo como hasta ahora. Tengo que representar muchos roles: el de esposa amante, el de mamá complaciente, el de administradora del hogar…

Una se pregunta quién no ha soñado alguna vez despierta. Parece mentira que con tanta información que tenemos al alcance de la mano, sean necesarias las agencias del corazón dedicadas a poner en contacto corazones con deseos de amar. El amor siempre ha sido algo personal, pero muchas veces interponemos nuestros propios deseos individuales, los egoísmos, para que otras personas o máquinas nos resuelvan problemas que nosotros podríamos resolver esforzándonos un poco.

“Si pidiera a mi esposa el tiempo que me ha dedicado, mis ojos quedarían oscuros y la brújula casera nunca marcaría el norte”, me comentaba un viejo amigo. Recuerdo los desvelos e inquietudes que tenía. Las mujeres tienen un lugar privilegiado en el corazón de sus maridos. Las parejas se acuestan desnudas, se escuchan y duermen juntos después de tantos años: ya son uno, con sus besos interminables y llenos de ternura. Son el uno para el otro, lo prohibido para los demás. Las lágrimas de los su ojos parecen gotas de rocío sobre las plantas, y el respirar de sus suspiros llantos sinceros de ángeles adorando al señor ¡Gloria bendita es el amor entre el hombre y la mujer!

¿Y las caricias de sus manos?: Hablan de amor sólo cuando rozan y de besos sólo cuando halagan. Me halaga tanto cariño. Dan paz cuando mueren en devoción, cuando rozan la piel con las yemas de los dedos. Los labios besan, aman en silencio con caricias fugaces. Pienso, feliz, que Dios está en todas partes, no solamente en la Iglesia de la religión católica. Mis ojos dedican miradas al horizonte para buscar la noche oscura de los tiempos. Y sigo llevando mis sueños para que nunca mueran…

Era de noche una persona lo estaba pasado mal, realmente mal. Sus sueños entrecortados recorrían su mente, con ensueños pasajeros o tal vez alucinaciones… Y él hablaba con palabras entrecortadas, entre sueños, como si viviera la más cruda de las pesadillas. Y así pronunció: “Estaba ella sola, sobre la mágica nieve emitiendo dulzura, quietud, belleza… Su cuerpo desnudo rozaba los copos de blanca magia, pero sin enseñar nada de sus encantos. Sonaron algunas voces en el eco, como música celestial de la bella dama… Además tenía el dulce aroma a rosas, de su poderosa fragancia. Era todo belleza donde la mirada se esforzaba a mirar, donde los pensamientos se asomaban al abismo y donde el horizonte en ella se asemejaba a su Dios”.

Entre los sueños difusos y las pesadillas sombrías seguía hablando con palabras sabías y con sentido. Y me dijo: “La mujer estaba desnuda en posturas elegantes para entregar belleza a los ojos. Su silueta entre la blanca niebla de la magia escampada… desapareció. ¡Quizá sólo fue un sueño!”. Tuvo que ser eso, pero lo sintió mucho más profundo, como una realidad en la noche oscura de todos los tiempos. Porque vivir quiere decir soñar y más soñar…

No debía preocupase por soñar porque todos soñamos. Mi voz en él le sonó a divina. Éramos amigos de toda la vida. De los pocos amigos que uno tiene y cuenta con los dedos de una mano. Pero es una amistad sincera que sobrevive al paso del tiempo. Y sigo llevando mis sueños para no perderlos. Tal vez no pueda cumplirlos nunca, pero siempre los tendré presente, como al amigo que agoniza en la cama. Tanto los sueños como los amigos vienen de la infancia, de cuando éramos niños y nos era permitido ser inocentes.

Son sueños libres, sueños imposibles, sueños felices… sueños. Porque vivir es soñar en la rueda del destino. Y mi amigo no había asistido de joven a una escuela, pero eso no le impedía amar. La escuela, donde aprendimos a vivir con experiencias, sentimientos, imaginaciones… Todo lo que un aprendiz de sabio era capaz de inculcar en nosotros. Yo sueño porque vivo, a pesar de estar viviendo una mala experiencia: Mi amigo agonizaba por la pérdida de su esposa. Traté de amparar su corazón diciéndole: “Mira amigo aun puedes levantar la cabeza y vivir.» Todos sabemos que Dios está en todas partes, pero que no se apiada de los enfermos. Su mirada está siempre presente como testigo mudo, pero su manos no acarician el mundo. El amor es lo único que asegura su existencia, ya que da sentido a nuestra vidas.

Y es amor lo que levanta al mundo. Se puede vivir sin comida, se puede vivir sin amigos, se puede vivir con dolores o incluso en guerra, pero jamás una persona superará adversidades si no tiene un sentimiento puro en su corazón. Es lo que nos hace levantarnos una y otra vez, apretar los dientes y seguir viviendo. Es por lo que nace la vida y por lo que la sociedad sigue teniendo algo de cordura. O puede que esté dormida y la vida sea sólo un sueño enturbiado de pesadillas.

La Coruña, 11 de diciembre de 2014

© Mariano Cabrero Bárcena

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