Nunca fuiste la niña de mis ojos

Mi voz quebrada es el resurgir de los lamentos olvidados. Lluvia de metáforas en estos versos, retazos de magia, en un sinfín de melancolías que trae el recuerdo. Yo y mi eterno pasado, que nunca muere y me mata por dentro. Fugaz destello de pasión.

Despierto y sueño, respiro y vivo, canto y renazco, pensando en ti, en una mirada que nunca vi, en unos labios que nunca me sonrieron, en unas manos que nunca me rozaron. Amando en silencio lo que no se puede amar, echando de menos lo que nunca tuve, enmudeciendo por unas palabras que nunca sonaron.

Despierto y pienso, entristezco y añoro, muero y lucho por ahogar un recuerdo que no debió existir nunca. Siento que me ahogo, tu voz me recuerda momentos perdidos, tu recuerdo que no debió existir nunca. Siento que me ahogo, tu voz me recuerda momentos imaginados, tu recuerdo vuela sobre un tormento creciente. Te he amado y te sigo amando, has escrito tu nombre en mi memoria con agujas afiladas.

Despierto y sufro, amo y resisto, susurro y repito sin cesar todo lo que te quiero. Es una tortura recordarte, sufrir el lamento de este dolor, tanto que apacigua la fascinación de ser testigo de tu magia, enmudeciendo al imaginar tu cuerpo. Despiértame de ésta triste ilusión. Porque tú lo sabes y yo no lo sé aún, pero así es.

El recuerdo y la ilusión, el amor y la melancolía, el tiempo y el espíritu, sobre un horizonte saturado de nubes negras, con tu recuerdo al acecho o lo que creo de él. Solo tú lo sabes y no me lo quieres decir: nunca fuiste la niña de mis recuerdos, ni la diosa de mis sueños, ni siquiera la luz que un día me guió en la oscuridad. Dímelo ya, no puedo esperar más, porque poco a poco me va robando la vida.

Vuelo y siento, lloro y grito, me ilusiono y me engaño o me engaña el corazón. Mi mundo se derrumba: tú tienes la salvación.

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