En esta ocasión voy a contar, entre metáforas, recuerdos de un antiguo amor. Fueron momentos de pasión que se grabaron en mi mente y en mi corazón para siempre. Ahora, una vez más, los recuerdos de como aquella vez la conocí entre la melancólica lluvia… Lluvia para el recuerdo.
Nos conocimos un día lluvioso. Yo me acerqué a ti y saltaron chispas en el momento. Tu mirada y la mía se unieron, junto a nuestros destinos, que desde entonces no se despegarían su rumbo. Junto a nuestros corazones, que desde entonces y por siempre, laten juntos. Fuimos dos faros solitarios que encontraron su barco para iluminar. Almas huecas por fin rellenadas. Susurros anclados en nuestras mentes, para recordarnos que estamos enamorados. Eras mi guía en esta oscuridad, esta vida que me ha tocado vivir, este conjunto de lamentos que siento. Eres mi cielo, mi tempestad en la noche cuando no deseo escuchar al silencio y mi aliento. Eres mi aliento… Tú irrumpes ante mí, poseída por la palabra, haciendo huellas en mis sentimientos, sellando tu paso por mi costa. Tú, mi eterna sonrisa, mi camino descubierto y mi vida. Eres mi vida… Demostraste con un beso que estás ahí para amparo de mi melancolía. Quisiste mi compañía, abrazándome en tardes enteras y añorando cada momento después. Eres mi voz, porque ya sólo puedo expresarme con letras, que tú escuchas y demuestran mis sentimientos. Mi única claridad, enseñando el paraíso escondido tras de ti. Eres mi piel, pegada a mí, ya que iluminas con tu presencia mi rumbo. Mi faro, para guía de mi corazón, que navega en aguas oscuras. Mi vida, yo te la doy, porque eres tú, desde el mismo día de la lluvia. Porque eres tú, por quién yo andaba perdido, por quién suplico por amor, desde el mimo día de la lluvia. Tú y tu lencería sexy, yo y mi deseo incontrolable. Eres por quién quiero hacerte un hueco a mi lado, para estar siempre junto a mí, desde el mismo día de la lluvia.