Un día más os traigo una poesía de mi repertorio. Un reflejo del alma, o de mi corazón roto en pedazos que un día fueron pasión, y hoy solo son silencios en este mar de lamentos. Tú, mi eterna musa, la que navega en mares de sentimientos, por los que derramo palabras de dolor.
Con tu pupila en mi mejilla, un cosquilleo enriquece mis alegrías. Un sueño que cambia de significado y una pesadilla que te atrapa en un abismo. Tus ojos enganchan el corazón, que ya sólo latir por ti puede. Ya sólo recordarte en un intento de tocar el cielo, es a lo que puedo aspirar. Mirar con esperanzas ilusas el edén, el paraíso de tu cuerpo, y morirme en un infinito silencio que me aplasta el pensamiento. Una lluvia de pasiones que congelan el alma, el sentimiento más fuerte, y otra vez caigo en tu esencia. Tú, por quien hoy puedo escribir, y por quien hoy quiero ahogarme en un mar de llantos. Tú por quien busco un consuelo en estas letras, que más me producen dolor que alivio. Tú, quien hoy lees, despreocupada sin saber que soy la fuente de los conflictos. Ya nadie consigue entenderme, ni siquiera yo. ¿Por qué ibas a seguir detrás de mis pasos? Estoy más perdido que mi corazón que navega entre dos aguas. Estoy debatiendo mi existencia en un cuerpo inerte, desprendido de esperanza, más muerto que estas letras. La piel es roca y las venas aguas, que cuya combinación erosiona lo destruido. Y con este último aliento, destierro la poca magia que podía enriquecer o al menos sostener, la base de mis sentimientos. Pero sin mayor fortuna, caigo en un abismo, el mismo donde tú estás.