Herido de amor

Herido de amor es una poesía que escribí cuando tenía 15 años sobre una experiencia negativa que tuve con una chica. Fue una historia curiosa que nunca me atreví a contarla cómo paso, sólo simbólicamente mediante metáforas

Herido de amor, por una mirada.

Soñando con volverla a ver a pesar del dolor.

Suspirando por esos ojitos dominando mi mente.

Quise cambiar las cosas,

encontrar una grieta en la muralla por donde romperla,

un rugido del alma donde desahogar mi furia.

Caminar en el mal abriendo una puerta hacia el bien, fue la idea.

Acabar con una injusticia que en otros tiempos habría sido motivo de risa.

El vacío y la incomprensión se estrellaron contra el cielo de mi eterna noche.

Esa música que tantas veces me levantó, volvió a sonar.

Quise arreglar el mundo con las torpes manos con que lo había atado a mi dolor.

El mundo se arregló solo, yo solo era un microbio en un horizonte infinito,

un microbio que lo había hecho enfermar.

Mi alma volvió a levantarse por encima del mar,

brillando como nunca lo había hecho,

todo menos las sombras.

Esas sombras que se extienden oscureciendo mi alma.

Hasta que la oscuridad domine buena parte de mí,

entonces la música sonará,

la que me despertará definitivamente del sueño.

Mientras tanto seguiremos haciendo caminos entre la maleza,

abriendo los ojos delante del enemigo,

gritando al silencio quien es el rey.

Esperando con terror el regreso de la bestia hambrienta

que seguirá acechando como tantas noches lo a hecho hasta ahora.

Sus ojos incomprendidos que debieron ser observados,

su poderosa aureola de poder, su capacidad de intimidación…

No importa, cada día que pasa la salvación está mas cerca.

Los recuerdos seguirán siendo borrosos,

pero débiles frente a aquella música que deja escapar una sonrisa.

Siento que te olvidaré pronto.

Estaba de vacaciones en Benidorm. Entre piscina, playa y helados formamos un grupo de amigos… con una única chica. Una morenita, delgadita, dos años más joven que yo. A pesar de que me gustó, no quise decirle nada porque la vi demasiado pequeña para mí. Sin embargo, la actitud que tenía no correspondía a su edad y los otros chicos del grupo no la trataron como deberían, bajo mi juicio.

Es curioso como, a pesar de haber pasado más de 10 años, me sigue doliendo. Su rostro angelical me llegó a las entrañas y sólo quería defenderla, a pesar de que a ella no le molestaba… hasta que yo intervine. Lágrimas, dolor, desolación… Me quedé congelado y vi pasar el tiempo detrás del cristal. Así se aprende a madurar y a superar los desengaños de la vida.

La semana que viene publicaré una historia corta escrita sobre prosa poética, que habla precisamente de ese momento, cuando vi caer las lágrimas por el rostro angelical y me sentí herido en el alma. Silvana, Ángel y el ángel. Un juego de palabras maravilloso. Seguro que no dejará a nadie indiferente.

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