A veces la poesía no es una lectura en verso y con rima. La mejor poesía se escribe desde el corazón, con los sentimientos a flor de piel. Una carta al amor de tu vida puede contener más belleza que el más extenso poema jamás contado. ¿Te lo piensas perder?
He estado tantos años pensando en ti, en esa mirada penetrante, en esa sonrisa deslumbradora, que cuando te lo recuerdo tiemblo. Me deslumbras. Has regalado a mi alma la magia de amar, de sentir sensaciones extremas que agudizan el sentido bajo la piel. Es una manera nueva de ver el mundo, de vivir bajo un objetivo, de soñar despierto.
Me aferro a esta extrema sensibilidad que arrasa esperanzas, pero que me hace ser un amante más, que al no ser correspondido demuestra su pasión en estas letras. Porque soy un mar sin orilla, un beso sin mejilla, un verso sin estrofa que no alcanza tus ojos. Soy letras que encerradas en este sobre confiesan el pensamiento que satura mi mente. Una ráfaga de aire perdida en el horizonte. Ya nada. Sin ti nada.
Los sueños ceden y el silencio atormenta mi pesar. Arrojaste luz a este pozo, a este ciego que sólo ve tu desprecio. Arrojaste clamor y dolor a este tormento. Ahora el destino me obliga a ir a ti, a mi primer amor después de haber desechado otros posteriores, a confesar a quien domina mi pensamiento el triste presente que vivo, sin un atisbo de alegría. Te dejaré pensar.
¿Sientes la magia? ¿Dolor? ¿Culpabilidad? No digas nada. No estoy aquí para escucharlo. Sólo piensa en una respuesta para ti, la que concierne a esta pregunta: ¿Una sola carta puede cambiar el rumbo de tu pensar? Si es así con la primera puesta de sol lee tres veces el primer párrafo. Te dará felicidad. Si sientes confusión lee dos veces el segundo párrafo. Sentirás que estoy igual que tú. Si no ha cambiado nada, lee el tercero. Espero que la pena se apiade de ti.