El pueblo ha sido invadido por la Vieja Guardia. Cientos de soldados bien equipados campan a sus anchas, asaltando hogares y destrozándolos, sin importarles la integridad de los inquilinos.
-Debimos capturarlo antes de comunicarnos con ellos -comenta un sabio pensativo.
Entre las múltiples tumbas y la brusquedad de los reclutas, parecemos el asentamiento superviviente de una guerra perdida. Pero no… ¿Quién podría adivinar que esos hombres son de los nuestros? ¿Cómo pueden tratarnos con tal desprecio simplemente por pertenecer a clases sociales diferentes?
-¡Aquí no está Kerwin! -grita uno de los nuestros, intentando disminuir las pérdidas.
-Eso ya lo vemos -responde Dick cabreado-. ¿Sabéis dónde ha podido ir?
-La última vez que lo vimos, iba acompañado por otros niños y se marcharon hacia el norte. Es lo que hemos tratado de deciros antes de esta revuelta.
-Debíamos asegurarnos de que no se encontraba aquí. Tendremos que desplegar más hombres y, espero por vuestro bien, que lo encontremos. Sino damos con el chico pronto, abandonaremos el lugar y no habrá medicinas para vosotros.
El desconcierto se apodera de todos.
-¿Por qué es tan importante?
–Kerwin es uno de los hijos del mismísimo Darío. Estaba sometido a un programa de educación y su falta es una gran perdida. Aunque ahora es considerado un rebelde, mi superior desea capturarlo y así será. -su semblante amenazador oculto en la mascarilla nos asusta.
-Vosotros mejor que nosotros sabréis donde han podido ir -comenta su compañero Josef-. Os invito a que emprendáis la búsqueda con nosotros, ya que obtendréis grandes beneficios si lo encontramos.
Asentimos prudentemente. A continuación regresan a sus vehículos y se marchan en la dirección que vimos por última vez a los niños. En ese momento decido ir a abrazar a mi hija Kristy, que se encuentra muy asustada por lo ocurrido.
-No lo conseguirán -profetiza mientras una gota de sangre le humedece la pupila.