Despierto, una vez más, en un mundo que no me pertenece. El caos domina por doquier. La esperanza ha caído y la tragedia se respira a cada instante. Me levanto por primera vez desde que estoy aquí y camino hacia fuera.
-¿Por qué te levantas? -me pregunta la mujer que me ha estado cuidando.
-Estoy bien.
Siento mis extremidades con normalidad. Muevo los dedos de las manos, la cabeza, los ojos… Tengo el control absoluto de mi cuerpo. Tampoco tengo ningún tipo de secuela, al menos físicas. Lo único que me ocurría era un descomunal terror producido por el pánico colectivo. Sin embargo soy uno de los portadores del letal virus que derrama incontables muertes.
Al pisar las calles una multitud medio enloquecida se aproxima a mí.
-¿Eres tú el chico procedente de la zona privilegiada?
-Así es -respondo sin saber si esa respuesta me beneficiará.
-¿Qué están haciendo los soldados y tu gente?
Comienzo a pensar frenéticamente. Las respuestas me desbordan. Siento como mi mente está conectada a un sistema inmaterial repleto de información, tanto que desborda mi mente con demasiados conocimientos de golpe.
-Creo que sólo intentan sobrevivir. Ellos están tan desconcertados como nosotros.
-¿Pero por qué nos mantienen en cuarentena entonces?
-Intentan contener la infección…
Trato de tranquilizarme. Cada incógnita que planteo en mi interior es revelada con miles de imágenes y palabras, desatando una convulsión en mí, latigazos en mi alma herida. Pero aun así puedo llegar a saber cosas que no tendría que saber…