Viajando hacia Zulús me relajo en mi sillón. Todavía falta un buen rato para superar la frontera norte…
-¡Mire eso! -me sobresaltan.
Me aproximo hacia la ventana de la cabina, donde una bandada de cuervos vuela en la misma dirección que nosotros. A continuación otra, y otra más.
-¡Son malos augurios! -se lamentan.
-¡Silencio! -grito imponiendo mi autoridad- Sólo son un puñado de pájaros. ¡No tenéis nada que temer!
En el horizonte, el cielo se levanta erguido de un rojo sangre. La luna, todavía presente, muestra el mismo color.
-Dicen que cuando el firmamento y la luna se manchan de rojo, es porque se ha vertido sangre en una gran masacre, y el color teñido del horizonte corresponde a esa sangre evaporada…
-Eso son cuentos para niños. ¡Somos soldados de Rasel! -mi voz suena firme- ¡El miedo no existe!
Pronto alcanzamos la frontera norte. Otra gran línea de terreno chamuscado. Enseguida veremos las Murallas Negras: la última frontera del mundo gull.