Una vez conseguimos asimilar nuestro propósito a los esclavos rescatados, decidimos adiestrarlos tanto para manejar armas como para cabalgar. Nuestra escuela de equitación, cuenta con excelentes jinetes. Una vez son dignos caballeros, les forjamos armaduras y armas.
-Cada uno de vosotros cuenta con una espada y sólo los mejores tiradores serán equipados con un láser. La Vieja Guardia ya no custodia estos parajes y no podremos conseguir más armas. Tendremos que crear lanzas y arcos. Para ello hemos inaugurado la arquería. Muchos de vosotros, los que no deseéis luchar en crueles batallas, pueden dedicarse a trabajar para la armería. También, necesitaremos buenos mineros. Las minas cuentan con mucha menos vigilancia y podremos fácilmente tomar el control. Necesitamos hacernos con los esclavos y su producción para consolidarnos como gran potencia. Pronto seremos la única oposición entre los escuadrones de Sifrid y los Reinos del Sur. ¡Aprender rápido que el tiempo apremia!
Volviendo hacia mis amigos, Ariel me observa sonriente.
-Bonito discurso. Eres todo un héroe.
-Todavía queda mucho por hacer. -respondo seguro de mí mismo.
-¡Lo sé! Se avecina una guerra. Pero míralos -me señala a los caballeros-: no tienen miedo. Les has infundido coraje. Confían en ti. Seguro que saldremos bien parados de la contienda.
El gesto serio encrudece mi rostro.
-Eso es por que lucho. Está claro que con el apoyo de todos será más fácil, pero el enemigo es muy poderoso.
Los pensamientos me abruman. Debimos avisar del engaño a aquellos que nos quisieron dejar morir y deseaban esclavizarnos. Algún beneficio nos habrían aportado.
-¡Volvamos al trabajo!