206 Ariel

Cabalgamos Efrén, un montón de hombres y yo, para alejarnos del pueblo donde convivimos. Vamos a robar armamento a una patrulla de la Vieja Guardia y no podemos dar pistas de donde nos asentamos.

-¿Dónde podemos atacar? -pronuncio para abordar la lucidez.

Observamos como, a cada hora, un grupo de vehículos cruza el camino principal, para vigilar los suburbios. Si conseguimos volcarlos e irrumpir en las naves, quedarán completamente indefensos.

Así lo hacemos. Una patrulla de tres vehículos armados cruza el camino. La barricada formada hace su trabajo y al volcar, las armas quedan completamente obstaculizadas. Entonces atacamos sin compasión. Un grupo de soldados nos apunta desde el interior de la cabina.

-¡Quietos! Vais a ser capturados. No deseamos mataros.

Obedecemos, levantando las manos.

La situación es comprometida. Si atacamos, muchos morirán. Si nos rendimos, seremos entregados como esclavos, sin poder aportar nuestra ayuda al movimento.

-Avisa a Dick. Necesitamos refuerzos.

No podemos permitirlo. Somos más numerosos. ¡Algo podremos hacer!

Pero la situación empeora. En  unos minutos más de una decena de vehículos armados nos rodean.

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