Me azotan duramente. Tengo la espalda marcada con graves heridas. El dolor me sacude con violencia. Pero he conseguido dividirlos. Los caballeros hablan entre ellos hasta que punto le deben fidelidad al conde. Creían que el gobierno había decidido salvarlos, y al no ser así, tienen miedo a que la Vieja Guardia los encuentre.
Un caballero me abre la celda.
-El conde te espera.
Me levanto, y tambaleando, me llevan a empujones.
El conde se encuentra esperándome en el camino, tremendamente preocupado.
-¿Has podido comprovar que mis palabras son verdaderas? -pronuncio con autoridad pese a mi mal estado.
-Sí… tenías razón.
-¿Qué piensas hacer ahora? -le pregunto intrigado.
Me mira, temblando.
-¡No podemos hacer nada! Varias patrullas han caído. Otras, han visto sus malas artes. Tengo a un ejército aterrorizado…
-Aunque luchéis no lograréis acabar con él. Es un espíritu.
-¿Y qué nos propones? -me grita desesperado.
-Regresa a Pode y avisa a la Vieja Guardia. Ellos cuentan con más recursos.
Los caballeros me miran aterrorizados.
-¡No! Si lo que dices es cierto… somos escoria. ¡No tendrán compasión de nosotros!
-Vosotros podéis desaparecer si me obedecéis…
-¡Olvídate de eso! -me corta el conde- ¿Crees que te permitiré huir con mi ejército…?
Pero la mirada furiosa de los caballeros le hace cambiar de opinión.