Por fin, desde nuestra salida improvisada del pueblo, podemos descansar en cómodas camas. Dormimos a pierna suelta prácticamente durante veinticuatro horas seguidas.
Mi alma, en sueños, recobra una libertad perdida. Me veo viajando por los cielos, observando el cataclismo producido por el virus. Las ciudades privilegiadas se mantienen intactas, aunque la preocupación por lo ocurrido crece en su interior. Temen que el virus pueda filtrarse por las cúpulas si continúa ascendiendo el nivel de contaminación.
También recorro el pasado, donde la inquietud crece. ¿Qué ocurrió con la Vieja Guardia? Observo como se replegaron. Tienen asuntos más importantes que atender. Pero… ¿eso qué es? Inmediatamente después de que los soldados desistan de atraparnos, una figura sombría salió de las mazmorras del Castillo Real. Es el esbirro de aquel que me quiere muerto. Viene a completar el trabajo que su amo no puede, porque el antídoto impide el control de mi mente. Ahora lo observo perfectamente. Es el mismo ser que me golpeó cuando caí al río inconsciente y se llevó a Simón, el amigo de mis compañeros. Tardará días en llegar… Tenemos que evitar que nos encuentre. Nuestra oposición sobre él sería ridícula…
Despierto sobresaltado con las imágenes aun presentes. Los nervios me dominan. Podemos permanecer aquí algún día más, pero siempre controlando a nuestro perseguidor.
-¿Qué ocurre? -me pregunta Ariel al ver el sudor de mi mente.
-Una pesadilla… Tenemos que preparar otra sesión de clarividencia.
-Bien. Avisaré a los demás. Tú continúa descansando. Eras al más debilitado por el virus, necesitas más tiempo de reposo.
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