Despertamos en el refugio por los rayos de sol que entran desde la ventana. Parece un día despejado y tranquilo. Según lo comentado anoche así debía ser. Al poco tiempo nos sobresaltamos al notar golpes en el exterior. Descubrimos perplejos que se trata de un lobo.
-Debió adelantarse a la manada. ¿Qué podemos hacer?
La situación es delicada. Si permanecemos ocultos en este lugar tarde o temprano los soldados darán con nosotros. Si decidimos salir tendremos que enfrentarnos con esa bestia.
-Tendremos que distraerlo.
-Sí, pero… ¿cómo? -responde Lumi aterrorizado.
-¡Con comida! Reunamos la que pensábamos dejar aquí.
-No creo que baste con comida pasada. Ese monstruo esta rabioso de nuestra sangre…
Los ojos inyectados en furia, el líquido transparente que cae de sus dientes producidos por la intensidad de sus ladridos junto con los movimientos frenéticos que realiza rodeando el refugio, nos dan pocas posibilidades de salir con vida. Aun así decidimos intentarlo. Debemos avanzar si deseamos continuar con el plan ideado. Esto simplemente representa un contratiempo más.
-Coger ramas gruesas de la leña preparada para encender la chimenea. Tal vez tengamos que defendernos.
-¡No, no puede ser! -los gritos de Lumi desesperan al grupo- ¡Esto no está pasando!
Helen le proporciona una torta que resuena en toda la sala.
-¡Ahora no es el momento de lamentaciones!
Lumi permanece unos segundos aturdido, pero después se une al grupo en los preparativos.
Una vez está todo preparado, abrimos una rendija de la ventana y por ahí lanzamos los restos de comida, esperando la reacción del lobo. Al principio no parece inmutarse, pero cuando su afinado olfato capta el olor que desprenden los alimentos, se gira para husmearlos.
-¡Necesitamos un milagro! -vuelve a comentar Lumi y como respuesta recibe la mirada seria de Helen.