La muerte me arrastra con todo el poder que precisa. Mi alma se aferra por no abandonar al cuerpo, pero todo esfuerzo es inútil: cuanta más fuerza empleé, mayor será la fuerza de absorción. Sólo me queda arrojar algo de luz al pozo donde se extraen los recuerdos. Mi mente se esfuerza por encontrar la verdad que todos buscan. ¿Por qué estamos condenados a la destrucción? ¿Por qué la gran mente nos escudriña buscando el secreto de los dioses? ¿Cuál es el camino para la salvación?
Silencio… ¿ya he muerto? Vacío… ¿dónde estoy ahora? Claridad… ¿Son las respuestas a mis preguntas? Sí… He muerto pero todavía conservo algo de consciencia. Es mi legado hacia aquellos que luchan por la salvación. El único camino posible para lograrla es el que emprenden los niños que abandonaron el pueblo. Luchan por sobrevivir con sus armas apoyándose en la maldición para lograr lo que parecía imposible. Están fuera del alcance de los soldados y de la gran mente, el origen de toda esta locura. El virus no es creación suya, pero… ha logrado manipularlo a su antojo. Desea fervientemente, lucha incansable por cambiar el futuro… ¿pero por qué nos condena a la destrucción entonces? Ahora lo veo: para engañar al gobierno y así conducirnos hacia otro destino. Tiene pavor por el cumplimiento de las profecías, pero se vale de ellas para lograr su objetivo. No descansará hasta encontrar las respuestas al enigma que los dioses plantean, aun temiendo que el acertijo sea imposible. Por eso nos obliga a descubrir nuestras inquietudes, esperando que alguna revele nueva información para su búsqueda y eliminando a todo aquel que dé con sus intenciones… como yo.
Siento como poco a poco me desvanezco. Poco queda ya de mí, aun así lucho por aportar recuerdos, hacia la cadena que todos estiran y nadie logra romper. El fino hilo de vida quiebra, dejando fluir mi alma hacia el Hades y mi cuerpo hacia la descomposición. Observo como el pueblo agoniza: sólo quedan unos pocos que pronto nos acompañaran en el viaje de la muerte. Observo como los suburbios caen, desde el noreste al suroeste, con las excepciones de aquellos que toman el antídoto. Me alegro profundamente al descubrir que son nuestros chicos, los que sobreviven y dan vida. Y me entristezco cuando veo al gobierno desear que no fuera así, porque habrá disputas internas cuando el enemigo está en el exterior. También observo por último como todo lo sucedido es un presagio de guerra, y el tiempo futuro no es más acogedor que el vivido durante estos días.