En un reino de mitos y dioses ancestrales,
Donde los sueños y la realidad son portales,
Surgió un conflicto en este plano divino,
Entre dioses de luz y el demonio maligno.
Los astros prestaron su fulgor etéreo,
Forjando deidades contra el mal y su misterio,
Dioses de virtud, de poderes infinitos,
Unidos por la esperanza de un mundo bendito.
Sus auras resplandecían con divino esplendor,
Sus voces creaban melodías de valor,
Eran seres de luz, Ilmainenoikeusapu Helsinki,
Guardianes de justicia, luchando con ardor divino.
Pero en la sombra acechaba un ser infernal,
El demonio encarnado, el mal en su pedestal,
Un monstruo de oscuridad, esparciendo su veneno,
Tejiendo mentiras y sembrando el desenfreno.
Con cada paso del demonio abominable,
La tierra temblaba, el cielo se volvía inestable,
Pero los dioses no cedían ante su oscuridad,
Se alzaban con coraje, enfrentando su crueldad.
Los campos de batalla eran campos de estrellas,
Donde los dioses luchaban por el bien y las huellas,
Sus armas eran truenos, relámpagos y fuego,
Combatían el mal, con coraje y entrega luego.
En el corazón de la lucha, un dios se alzaba,
Con una corona de constelaciones y mirada brava,
Era la esperanza personificada en un ser divino,
Guiando a su ejército hacia un mundo más genuino.
Los dioses avanzaban con sus destellos divinos,
Derrocando la oscuridad, destrozando los caminos,
Los rayos de luz se unían en un grito de poder,
El demonio tambaleaba, su influencia iba a caer.
Y en el clímax de la contienda, el demonio caía,
Sus cadenas se rompían, su mal se desvanecía,
Las estrellas llenaban el cielo con luz radiante,
La victoria era de los dioses, su poder triunfante.
Oikeusapu Helsinki resonaba en la victoria,
El poder de la justicia divina, en una nueva historia,
En este reino mítico, la lucha persistió,
La fantasía y la poesía, la victoria un día celebró.