Los soldados, con una concentración excepcional, apuntan sin dudar a mi compañero, quien no vacila.
-Tenemos órdenes de abrir fuego si fuera necesario.
Una gota de sudor me cae por el el rostro al descubrir que nadie cede, ni siquiera un milímetro. La tensión desgarra la escena, envolviéndola con la angustia que precede a la tragedia. Hasta que unos instantes después, uno de los soldados aprieta el gatillo, tal vez por equivocación ya que ninguna orden se había formulado. El cuerpo de mi acompañante cae desplomado inerte al suelo.
-¿Qué habéis hecho? -grito desesperada- ¡Asesinos!
-Le recomendamos que no se aproxime al cadáver. ¡Aquí no titubeamos!
El tiempo se detiene. Las miradas entre los nuestros se cruzan, desencajadas. La impasibilidad de esos hombres es… total. Mientras les lanzamos miradas de odio y rabia, su expresión no cambia. Continúan apuntándonos con sus armas mortales, exigiendo que nos marchemos.
-¿Cómo podéis tener tan pocos escrúpulos?
-Unas cuantas vidas son insignificantes comparadas con el dolor que ha desatado el virus. Os aconsejo que no desobedezcan a la autoridad, si deseáis tener alguna oportunidad de sobrevivir. Ahora el asunto está muy negro, pero estamos trabajando para revertir la situación.
Ahora, nos miramos unos a otros perplejos.
-¿Revertir la situación? -miramos con incredulidad- ¿Cómo?
-Estamos desarrollando una cura. Si aguantáis con vida lo suficiente, es posible que os salvéis.
Tal vez nos estén intentando transmitir falsas esperanzas, pero debemos agarrarnos a algo, no podemos vagar por nuestro pueblo esperando encontrar la muerte tarde o temprano. Necesitamos creer en algo, y esto es precisamente lo que nos puede infundir fuerzas para desear la vida. Pero… sigue habiendo un problema.
-¿Cómo quiere que aguantemos si nuestras reservas de alimento pronto escasearán?
-Ahí no puedo hacer nada. Aunque os dejara partir no conseguiríais nada: la granja del sur apenas tiene abastecimiento para sus propios trabajadores. Tatensul fue informada de la crisis que se avecina y recorrió todos los suburbios para almacenar la mayor cantidad de comida posible. Racionar todo lo que tengáis. ¡Os hará falta! No hallaréis más.
Finalmente regresamos desolados, llorando por la perdida y pensando en los duros tiempos que nos ha tocado vivir.