Los caballeros decidieron seguirme para no ser descubiertos. El grupo de Ariel, montados detrás de los jinetes, también viaja con nosotros. El conde decidió finalmente acceder a mis exigencias. Pero no nos unimos al grupo de Efrén, Lumi y Helen hasta no saber a ciencia cierta que están con nosotros. Puede que cuando desaparezcan los vehículos de los privilegiados, quieran regresar al cortijo.
Oculto a todo el grupo en las faldas de las Montañas Elfas, en el lado contrario por donde pasa la Vieja Guardia. Abordamos varias veces la clarividencia para asegurarnos que nos encontramos a salvo.
-¿Qué vais a hacer vosotros? -les pregunto.
Se miran entre ellos, dudando.
-No podemos regresar -comenta uno-. ¡Nos ha engañado! No existe ningún convenio con el gobierno para salvar ciudadanos de segunda clase.
-¿Pero qué haremos? El conde nos aportaba antídotos.
Entonces decido intervenir:
-Los Mártires del Oráculo puede conseguir medicamentos. Es uno de los beneficios que tenemos al controlar la lucidez.
Vuelven a las discusiones, todavía hay muchos reacios a aceptar cualquier ayuda de nuestra parte, pero otros lo ven como la única salida.
Hago una incursión más en la clarividencia para descubrir la suerte que correrán los supervivientes. Las visiones mostradas me dejan sin habla.
-La Vieja Guardia exigirá trabajar en las minas a aquellos que queden con vida. También preparan una ciudad experimental en las proximidades de Tropolis, para estudiar a los infectados -niego con la cabeza, desolado-. ¿Nunca acabará esta agonía?
Los hombres al escucharme, se miran temblando. Saben que mis predicciones se cumplen. Se reúnen y hablan algo entre ellos.
-Hablo en nombre de mis compañeros -se acerca un caballero-. ¡Nos unimos al movimiento!