Durante la cena, espero el momento para hablar. Una vez hemos terminado de comer, llamo la atención.
-¡Escuchad! Vamos a repartir el antídoto del virus que ha devastado los suburbios. Estas ampollas fueron saqueadas de un cargamento que se diría a una ciudad privilegiada. ¡Los privilegiados tenían el poder de salvarnos y no lo hicieron! Nos querían dejar morir como animales… -mi voz se empieza a elevar- Nosotros hemos aprendido la forma de utilizar los efectos del virus. Gracias a esta técnica podemos acceder a la claridad que nos destruye, sin sufrir daño alguno. Y… -ahora vacilo, no es fácil- hemos descubierto lo que está ocurriendo, quien es el causante de este estropicio y… sus intenciones.
Mientras hablo me escuchan en silencio absoluto. Lo que acabo de pronunciar es asumido con un silencio absoluto. Nadie mueve ni un dedo. Saben que no son palabras vacías.
-Habla. ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Qué pretende con toda esta locura?
-Bien. La persona responsable es el emperador de un imperio situado al norte de nuestras fronteras. Sus intenciones no son las de conquistarnos, sino la de cambiar el futuro. Sabemos que El enigma de los dioses dicta los acontecimientos que ocurren. Los evangelios de los que se compone, cuentan una historia aterradora que nos conducirá al Apocalipsis: el fin más espantoso que pueda existir. Eso es lo que trata de evitar. Sin embargo, a elegido evitar el horror con horror y muchos creen equivocadamente que nos encontramos en el temido fin del mundo, cuando no es así. Las profecías no hablan de un virus, de una destrucción masiva exclusivamente en los suburbios. No nos encontramos en tal fecha profética, sino en el mismo reinado de Darío, manipulado por este ser intentado evitar la catástrofe.
Mis afirmaciones calan hondo en los testigos. Incluso Efrén y Agnes parecen entender realmente la magnitud de cuanto digo y descartan sus ideas infundadas.
-¿Pero qué podemos hacer nosotros ante estas revelaciones?
-¡Sobrevivir! Luchar por nuestras vidas. Mañana partiremos en búsqueda de comida y podemos ayudarnos de la clarividencia para obtenerla. Cuando se acaben las medicinas obtendremos más. Cuando necesitemos algún recurso podremos conseguirlo. Desde hoy inauguro un movimiento revolucionario llamado Los mártires del oráculo, formado por los supervivientes del holocausto en los suburbios. Os invito a que os unáis. Sé que nos encontramos en una difícil situación, y todavía no lo sabéis todo. Entiendo que os retiréis, que no os queráis unir al movimiento, pero debo informar de cuanto sucede, para que podáis tomar la mejor decisión posible.
-¿Qué sucede?
-El emperador a convocado a un espectro del Hades. Fue el ser que cruzó la frontera de Rasel, hará unos meses. No sabemos con que fin, pero secuestró a uno de los nuestros y se escondió en las mazmorras del Castillo Real. La Vieja Guardia nos perseguía porque yo soy un renegado de Priedni, hijo del mismísimo Darío -las caras de asombro se multiplican-. Pretendían darme caza y acabar con el grupo que me acompaña porque no les interesaba que sobreviviera nadie en los suburbios. Saben que no actuaron éticamente y temen que nos revelemos. Pero han desistido porque tienen ocupaciones más importantes. Sin embargo, el amo del encapuchado no está de acuerdo y ha mandado a su esbirro para acabar con nosotros -los murmullos se reproducen inmediatamente-. El ser encapuchado es un alma errante atraído a este mundo por el emperador, para cumplir una misión. Posiblemente, si satisface los requisitos de su señor recuperará el cuerpo. Es lo que más ansía, por eso lo obedece ciegamente.
Los rostros se retuercen, en una mueca de angustia.
-¿Cómo podemos derrotarlo?
Sonrío.
-Ese es el problema: ya está muerto.